lunes, 4 de julio de 2011

LA CONMOCIÓN DE UN DESCENSO

River Plate, club de fútbol laureado, ciento diez años de historia, ha descendido por primera vez a la segunda división argentina. Pocas veces una pérdida de categoría balompédica produjo tamaña conmoción.
River no es un equipo cualquoiera. Popularmente conocido como "Los Millonarios", ha sido la escuadra de DiStéfano, Labruna, Mas, Francéscoli, Ortega, Higuaín... La lista de excelentes jugadores sería interminable. River, el de la elástica franjirroja, no es cualquier cosa: es sentimiento de pueblo, es grito, es pasión... De ahí la trascendencia de su descenso, una tragedia deportiva y una sacudida social. Sin exageraciones.
Hemos archivado los últimos minutos del relato de Víctor Huigo Morales, en Radio Continental, una admirable pieza radiofónica que sirvió para probar, una vez más, el nivel de comunicaciómn del genial relator argentino -el mismo que contrató la SER para la final de la Copa del Rey- así como para entender la dimensión de un hecho histórico que estaba consumándose en aquellos momentos.
Hace unos treinta años, siendo ponentes en un curso de periodismo impartido en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de la cvapital tinerfeña, defendimos la garra y la originalidad como poderes de atracción a la hora de titular una información o una crónica depportiva. Pedimos prestado uno a la pretigiosa revista "El Gráfico". River inició el campeonato de forma muy irregular y en ocho jornadas apenas había sumado cinco puntos. Tenía verdaderas dificultades para hacer goles. Tras un partido decisivo que ganó 2-1, la revista tituló: "River ya cree en Dios pero aún no sabe rezar".
Hemos palpado también lo que significa River Plate fuera de su país. En 1992, tuvimos oportunidad de asistir en Montevideo al encuentro de vuelta de la semifinal de la Copa Libertadores con Peñarol que debía remontar dos goles de desventaja. La pasión dentro y fuera del Estadio Centenario era inconmensurabnle. Había miles de aficionados argentinos en los repletos graderíos. Jamás se arrugaron ante el pundonor y la ambición de los uruguayos. River dio una lección de fútbol de contrataque y volvió a imponerse con la elegancia de los campeones. Mientras los aficionados locales protagonizaban incidentes fuera del estadio, los de River cantaban sin cesar aún en el interior. Más de una hora después, en las calles y avenidas, el festejo riverplatense era una muestra del sentimiento y del significado de una victoria, "en un barrio de Buenos Aires" que es como despectivamente tratan a Montevideo muchos porteños.
River ya no es de primera tras ciento diez años de historia. Una historia que también registra pérdidas luctuosas y reveses descomunales que unos creen que nunca van a suceder.
River aún cree pero descendió a los infiernos.

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