martes, 27 de marzo de 2012

REPULSIVA SIMBIOSIS

Parecía -o resultó- un ejercicio de morbo extremo.

Se veían, a la vez, imágenes de unas cenizas arrojadas al mar y de los pasillos y estancias de una lujosa casa por donde vagaba, según explicaban, el espíritu de la fallecida.

Difícilmente se puede llegar más lejos. Pero con esas imágenes estuvieron castigando al personal unos cuantos días seguidos, entre las servidumbres de la serie (biopic) dedicada a una popular cantante española. No un día, no un fragmento, no unos segundos para rellenar: venga a refrescar durante días y programas la memoria de una periodista y sus andanzas, su vida íntima, sus cuitas, entremezclándolas con la ficción y con testimonios que daban a entender naturaleza real. Venga a recrear lo acaecido a ritmo de moviola…

Todo vale con tal de ganar audiencia y mejorar los registros anteriores. Todo sirve para desnudar las debilidades, los instintos, las trampas, las apetencias, las envidias que corroen, los comportamientos inapropiados, las bajas pasiones, las revanchas… Horas y días en que los protagonistas aún vivos deben haber sufrido lo suyo, expuestos a presentadores con indicaciones claras de explotación de una frase o de un silencio y tertulianos que desatan la imaginación para suponer escenas y hechos difícilmente calificables.

Fue una ambivalencia calculada. Acaso porque poco o nada duele a quienes todavía andan incursos en causas judiciales, a quienes actúan por despecho o intentan obtener aún más réditos de los episodios que nunca creyeron que sucederían o de los que jamás supusieron que formarían parte. Acaso porque los productores tienen muy claro que cuanto más morboso y descarnado, mejor: una serie suplementada por el ‘reality show’. Estupendo, se habrán dicho. A tanto el incremento del anuncio.

Cenizas, macabro. Luces tenues y cortinas en movimiento, fantasmagórico. Una repulsiva simbiosis. Pero allí se emitió, en un canal comercial donde el pudor no existe. Porque se ampararán en el carácter público de los protagonistas. Porque éstos, en cualquier otro momento, se habrán prestado -cabe imaginar a cambio de qué- a mercadear sus conductas y sus tribulaciones. Cuando se leen los índices de audiencia, no hay duda: eso gusta, pan y circo, exprimamos aún más la fórmula.

Claro, están tan frescos o son relativamente recientes algunos acontecimientos, que hasta resultan una baza a favor. Lo peor no es que, una vez emitida, ya se acabó, ya todo ha pasado. Qué va. Será un asunto recurrente, volverán las insólitas imágenes a sus pantallas el morbo a colgar, quien sabe si cuando se celebren los juicios pendientes.

Claro que las cenizas esparcidas sobre el mar no provocarán lágrimas. Ni siquiera respetaron ese acto. Y que el fantasma al que aludieron seguirá siendo utilizado a conveniencia, a mayor gloria de la subcultura, por ejecutivos sin escrúpulos a los que sólo mueven las cuentas de resultados.

A lo peor, encima hablan de creación artística.

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