sábado, 5 de febrero de 2011

LA DESMOTIVACIÓN QUE PROLIFERA

Se siente, se percibe…
En cada conversación, en cualquier saludo.
Es una impresión muy extendida: los portuenses están desmotivados y desencantados. La política local, otrora fuente permanente de interés informativo -siquiera en sus vertientes más frivolonas o menos serias-, ha dejado de interesar, no atrae: demasiada bronca que, en medio de la recesión, acentúa la depresión. Como si no se supiera hacer otra cosa que discutir de forma altisonante hasta producir más allá del contencioso, es decir, hasta trascender las coordenadas de la diferencia política y meterse de lleno en el terreno de lo personal.
El caso es que el Puerto no era así.
Había otras inquietudes, otras sensibilidades. La cosa pública suscitaba interés: un proyecto, una actuación, una obra, la entrada en funcionamiento de algún servicio, una apertura, alguna novedad en el paisaje urbano. De todo eso se hablaba, a veces con pasión, incluso sin entender plenamente de la materia.
Cuando eso -y no hace mucho, la verdad- la relación social hasta era más cordial.
Unos lo atribuyen a un exceso de politización sesgada pero parece más apropiado hablar de encono alimentado, de emponzoñamiento.
Entre unos factores y otros, la gente se ha ido alejando hasta terminar considerando la política como una actividad antipática y rechazable. Malo cuando eso ocurre: puede ser el germen de una involución o de hecho trunca un proceso natural de madurez. Se ha despertado el recelo, hasta dispararse. Proliferan enemistades a cuenta de discrepancias inducidas, aunque también hay quien prefiere cultivar el pasotismo para evitarse más problemas. Hay familiares que no se hablan y pululan las discordias. Se ha instalado la desconfianza. Es cierto que algunos se mueven muy bien en ese clima turbio, sórdido y escandaloso. Les interesa, claro. Porque lo malsano incentiva el morbo.
Ese alejamiento es sinónimo de desencanto y de desmotivación. Se aprecia en los portuenses el hastío. No parece haber nada que les seduzca. Falta una causa, un motivo con el que identificarse y convertirlo en timbre de orgullo. El sentido de la autoestima sigue en declive. Se echa en falta una apelación a la cordura, al espíritu local de siempre, aquel que caracterizó la Transición política y alumbró lustros de la democracia.
Esa idiosincrasia ha ido palideciendo hasta los niveles más preocupantes. Se va desvirtuando progresivamente. Demasiada bronca, poco de constructivo.
Natural entonces que abunden, la desilusión, la desmotivación, el desinterés…
Pero no es bueno, ¡eh!, que un pueblo se vea afectado por esos males puede experimentar una regresión que no es lo más deseable en unas circunstancias como las que nos afectan.
Así que, contrastada la percepción, es cuestión de invertir, es decir, volver a lo de siempre, a lo que nos ha caracterizado.

1 comentario:

Salvador García Llanos dijo...

Buenos dias , no sè lo que me ocurre que cada vez que te envio un comentario a tu blog todo son pegas, que si no escribo bien los caracteres que si la contraseña no es correcta, la verdad que no lo entiendo. Al de hoy escribi: Salvador que camara fotografica usas, pues la foto que haces de nuestra querida ciudad es desgraciadamente la pura realidad, un saludo
Juan Topham Wildpret