Era la noche perfecta para reeditar viejos tiempos. Pobre
Gobierno: quienes interpretan la involución o el retroceso tenían en bandeja
otra prueba. La crisis arrambló hasta con el fútbol del primer equipo nacional,
del campeón mundial y europeo. Y entonces, todo favorecía un salto en el
tiempo, el fútbol redivivo, como hace cuarenta o cincuenta años: sin imágenes,
o mejor, imaginario en la voz del maestro Matías Prats Cañete. Horario extraño
en día festivo, los hábitos del transistor en calles y plazas, corrillos en
torno al taxi o vehículo estacionado con la puerta abierta, los vetustos y
grandes aparatos en el estante emitiendo para quienes apuraban un cigarrillo,
un café o una conversación.
Su noche,
volvió a ser otra noche de las suyas. Sin imágenes, la señal de la radio habitó
entre nosotros.
Fue la noche
sin partido de España en la que ya no puede llamarse pequeña pantalla, a la
vista de las dimensiones de algunas que lucen en el exterior de terrazas y
cafeterías. Esta vez falló el negocio: los titulares de los derechos de imagen
no encontraron arrendatario. Y un cánon
sorpresa de veinticinco mil euros para las cadenas o emisoras de radio
que querían transmitir resultaba demasiado elevado en los tiempos que corren.
Como ingenio no falta, algunos se las arreglaron para hacer la retransmisión de
su vida: desde los aledaños, desde habitaciones de hotel con señal televisiva
local, con teléfonos móviles… Inolvidable, entre unas cosas y otras, un
episodio imprescindible en las memorias de quienes lo han vivido. Como el
rescatado de José Ángel de la Casa, hace veintinueve años, tantas peripecias la
última vez que no pudo verse en directo a la selección española.
Desafiante y
todo, volvió a ser la noche de la radio.
Su sonido
invadiéndolo todo. La voz emocionada de los locutores, su relato apresurado, su
remarcado afán descriptivo porque no había imágenes de apoyo… Las señales percibidas
en los bochinches, en los quioscos/carritos, en las guaguas o desde los rellanos
de las escaleras. Y todo el mundo
preguntando ¿cómo va el partido? Qué raro todo esto, ¿no? Los narradores de
nuestros días seguro que están impuestos de las dificultades que encontraron
sus antecesores para acreditarse, para acceder, para instalar, para sortear los
imponderables hasta del idioma… Y luego cumplir con su tarea, a veces sazonada
de tintes patrióticos que ahora también lo son, pero de otro modo.
A través de
las ondas fue posible imaginar los goles del paisano. Y alegrarse de otro paso
hacia Brasil. El viejo sonido, no tan áspero como muchos lo recordamos,
refrescó el imaginario para contrastar que la furia de otrora es la calidad
individual y colectiva de nuestros días, aún llevando el mismo color de la
casaca. Tuvimos que ver los goles por la radio, en otra significativa
prestación de ésta.
Pese a los
precios y los obstáculos, la magia de las ondas envolvió la noche de modo que
los goles y el triunfo tuvieron un sabor para muchos desconocido y para otros,
rememorado.
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