Al clausurar, en el Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias, la programación del 50 aniversario Los Beatles en Tenerife, revelamos la albergada sensación de haber saldado una cuenta o de haber
aprobado una asignatura pendiente. Había sido imposible sustraerse a las
emociones de haber hablado con Klaus Voormann, uno de los descubridores, y con
Adrian McGrath, el guía oficial de Magical
Mistery Tour, ambos presentes en la cita. Y mucho menos a las de haber
vuelto a visionar Let it be. No
digamos haber sido espectador de la película del célebre concierto en memoria
de George Harrison, en el Royal Albert Hall en 2002. Aplaudimos, allí en el
muelle, dos o tres temas, como si estuviéramos presentes, como si la magia de
Preston o de Clapton nos devolvieran lo que en su día no pudo ser. La
exposición del MACEW fue un compendio estimable y las actuaciones musicales,
con versiones del fecundo repertorio del grupo de Liverpool, estuvieron llenas
de nostalgia y buen ambiente.
Nos
habíamos entusiasmado del todo, tal es así que muchos se convirtieron en
habituales de las actividades programadas. Y fueron sorprendidos tarareando
algún estribillo y recordando títulos, los de siempre, los populares y los más
raros, esos que se perdían en las caras B o en los álbumes tan llenos de
excelentes composiciones. Miss Mc Donald, ‘miss Macky’, como era conocida, una
superviviente de los bombardeos sobre Londres en la Segunda Guerra Mundial, la
primera profesora de inglés, tenía toda la razón cuando recomendaba el
aprendizaje del idioma con las baladas de Beatles.
Si
la estancia vacacional del grupo de Liverpool en la isla, tal como le dijimos a Adrian Mc Grath, hubiera inspirado un
guión apropiado para la célebre película, y que muy bien se hubiera titulado Mágica Clarividente Gira, es evidente
que el programa conmemorativo hizo que recobrásemos unas huellas y
reeditáramos, cada quien a su manera, el espíritu de aquella revolución
cultural y musical que la banda impregnó en nuestras vidas. Ver a jóvenes y
bachilleres en los actos, junto a quienes peinaban canas o lucían avanzadas
alopecias, interesarse por la iconografía ‘beatle’, reanimaba aún más.
Se
había cumplido la máxima: todo lo que necesitábamos es amor, como compusiera
Lennon (All you need is love), y como
nos animara, diciendo que nada es imposible y que es fácil. Se ha demostrado:
amábamos y amamos a los Beatles. Aunque para Nicolás González Lemus, factótum
de esta iniciativa, haya sido un largo y tortuoso camino (The long and winding road). Pero ha merecido la pena, porque
hicimos como en Come together
(Juntémonos), porque tuvimos Golden
slumbers (Sueños dorados) y porque todo puede hacerse With a little help from my friends, o sea, Con la ayuda de la amistad. La verdad es que el empeño de Nicolás
es merecedor de reconocimiento: cuando haya sentido de perspectiva,
recordaremos todas estas fechas y todos estos factos como algo inalcanzable
sobre el papel pero enormemente gratificante cuando lo hemos vivido. Era normal
que confesara, en el muelle, muy cerca de donde se hicieran una de las fotos
que atestiguan la estancia portuense, y antes de la película que versa sobre el
tributo a Harrison, I’m so tired, my mind is on the blink (Estoy tan cansado que mi mente
está en un abrir y cerrar).
Oh! Yesterday come
suddenly (Oh! De pronto
llegó el ayer) y todos nos sentimos reconfortados, saldando la deuda particular,
aprobando la asignatura que tanto se venía resistiendo. Este himno universal
vino muy bien para despedir.
Y
es que Then we will remember (Entonces
recordaremos) Things we said today (Las cosas que dijimos hoy), otro título
inolvidable para ir haciendo juegos y recrearnos.
Beatles redivivos.
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