viernes, 24 de noviembre de 2017

POLICÍAS ¿RESPONSABLES?

Cuando trascienden ciertos hechos o ciertas cosas es consecuente que nos preguntemos, ¿pero en qué manos estamos? La publicación de los mensajes contenidos en un chat interno de la policía local de Madrid tiene que haber removido cimientos, no solo en el propio Ayuntamiento capitalino, sino en todos los círculos y redes de ciudadanía donde preocupan ciertas derivas que son difíciles de atajar y erradicar. Las expresiones que se han conocido revelan un radicalismo tal y un extremismo ideológico absolutamente impensable en una democracia que suponíamos iba madurando y en un cuerpo de servicio público, en donde, como en cualquier parte, gremio o colectivo profesional puede haber de todo, decentes e indecentes, honestos y deshonestos, valientes y temerosos, capaces y torpes, decididos y taimados; pero en donde algunas conductas son inasumibles y solo merecen reprobación y sanciones drásticas.
No puede ser, en efecto, que policías de proximidad, aquellos que más cercanos pueden estar, y en quienes mayor confianza se deposita para salir de un trance, se manifiesten de la forma que lo han hecho estos de Madrid, con un irrespeto mayúsculo hacia la alcaldesa, Manuela Carmena, y con soflamas y dicterios que, además de revelar rasgos de su personalidad y de sus convicciones, demuestran que ni son dignos de vestir un uniforme ni están en condiciones de cumplir con su cometido como puede esperarse.
Alabanzas a Hitler, amenazas a migrantes, revelaciones de justicieros, valoraciones adornadas de emoticonos tales como “el fascismo es alegría”, apología del nazismo, confesiones de deseos insanos, insultos a una alcaldesa legítima y constitucional... De todo esto se puede leer en el chat policial. Es para asustarse, sin exageraciones. Ni libertad de expresión ni agentes de carne y hueso: los servidores públicos no pueden andarse con esas bravatas, con ese lenguaje de matones que les degrada y deja a cero su credibilidad y con esas anacrónicas e inapropiadas proclamas.
Es consecuente que les hayan abierto expediente y que les hayan retirado la placa y las armas a quienes han hablado sin pudor de “cacería de guarros”, añorando hasta el humo de los campos de concentración. Y hasta deificando a uno de los seres más sangrientos que en el mundo han sido. Pero, ¿qué se habrán creído? No tan lejanos son los tiempos en que los cuerpos policiales tenían patente de corso. Por fortuna, aunque el costo haya sido alto, la democracia comportó cambios sustanciales en el proceder y en la mentalidad policial. Aún se recuerdan los esfuerzos de Juan José Rosón y José Barrionuevo en ese sentido.
Por eso, este episodio de la policía local de Madrid, ni puede pasar inadvertido ni puede saldarse con una sanción. Aquí sí que cabe hablar de lo que significan los impuestos de los contribuyentes para retribuir a los servidores públicos. Aquí sí que puede hablarse de responsabilidad máxima, entre quienes han acreditado no saber conducirse, por mucha privacidad que ahora se esgrima. Los policías podrán tener debilidades pero en el cumplimiento de su deber han de ser conscientes de lo que supone cualquier manifestación indebida. Los reglamentos internos son taxativos al respecto, de ahí que haya que estar atentos a la responsabilidad jurídica en la que han incurrido. Hay que cortar por lo sano. Sobre todo, por los precedentes que pueda sentar la administración de justicia, incluso en ciertos ámbitos mediáticos que tan familiares resultan a algunos.

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