Qué cosa tan fastidiosa cuando surgen las pegas para cualquier iniciativa, por muy doméstica que sea. Se preparan o se hacen las cosas (por ejemplo, una comida navideña) y van apareciendo contratiempos. Los sacan a escena lo humanos.
Y claro, se empieza a apoderar de uno la desazón. Pero si lo que se quiere es pasar un rato distendido, olvidarse de los problemas cotidianos, rememorar episodios, reír, echar en falta a quienes ya no están entre nosotros... Pero no: cuidado porque aquél se molestó el año pasado, atento porque este otro no se habla con aquél, a aquélla no le gusta el pescado, fulano no viene porque el año pasado no le avisaron, ¿llamaste a aquélla?, no me siento al lado de tal... Y así sucesivamente.
Con lo fácil que es reservar la fecha en la agenda, aceptar la invitación (o pagarla), comer, reír, contar, cantar (si se tercia y hasy instrumentos), animarse y prolongar la celebración de forma sana hasta que las circunstancias lo determinen.
Pero no. Nos empeñamos en las trabas y brotan las complicaciones. Menos mal que para superar el mal sabor o la contrariedad sobresale la actitud. La actitud positiva, la actitud desenfada. Y así se prolonga la tradición, conservando las esencias e incorporando caras nuevas, sin necesidad de regalos ni amigos invisibles.
Porque los amigos están allí, fieles o puntuales a la cita. Sin intencionalidad sectaria y sin desvirtuar o pervertir la convocatoria. Esa es la prueba de la amistad.
2 comentarios:
Los verdaderos indudablemente, las trabas las pone nuestro cerebro que camina muy rápido, no recapacita; no obstante los familiares son la vida y pese a algún roce los míos siempre están ahí.
Hoy para mí es un día agridulce porque es el día en que mi padre cumpliría 87 años.
Fue una de las mejores personas que han pasado por mi vida y prefiero recordar el día de su nacimiento aunque intentaré pasar por debajo de la puerta el día cinco de este mes, que fue cuando falleció.
Besos amigo y disfruta de los tuyos
¿Cuánta razón tienes con respecto a las miserias humanas de las que ningunos nos libramos! ¡Eso sí, tal vez unos más que otros. Ccon lo fácil que sería centrarnos en las cosas buenas que casi todas las personas nos pueden aportar y dejar a un lado sus miserias como nos gustaría que hiciesen con las nuestras. Hay situaciones en las que la confrontación es inevitable, pero muchas otras tienen que ver con nuestros egos.
Jesús
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