Parece que están en plena tarea de sustitución del reloj de cuatro esferas de la iglesia de la Peña de Francia.
El reloj estuvo detenido o sin funcionar meses, otra clara señal de la parálisis que ha afectado a la ciudad, como si fuera una prueba irrefutable, como si los hechos fueran consustanciales.
No es la primera vez. Ya ocurrió así hace unos años y nos correspondió, desde la alcaldía, impulsar una solución. Monetaria, por supuesto. La parroquia no podía, así que las quejas de la feligresía y de los ciudadanos en general se residenciaban en el Ayuntamiento a la espera de que alguien asumiera el arreglo.
El reloj, desde luego, fue una especie de guía durante décadas. Cuando la ciudad era más silenciosa y cuando el inconfundible tañido de las campanas servía hasta para que los abuelos enseñaran a contar a sus nietos, en tanto llegaba a apartados rincones del municipio.
Doblaban, para avisar de una persona fallecida y de su sepelio. Repicaban para llamar a misa un cuarto de hora antes. Señalaban el final de carantoñas y arrumacos para los enamorados. Y hasta se disparaban anunciando fuego, algún incendio.
Y encima, daba las horas repetidas, uno o dos minutos después, casi siempre aprovechados para que estudiantes, trabajadores y amas de casa se tomaran las cosas con paciencia. O sea, un estandarte del costumbrismo portuense.
Una noche, el reloj, que no tenía culpa sino de marcar el tiempo, de guiar a nativos y turistas, se vio afectado por un acto bárbaro. En la segunda mitad de la década de los años setenta del pasado siglo, cuando las veleidades independentistas y cuando la resistencia ultraderechista al advenimiento de la democracia, alguien/algunos colocó/colocaron un artefacto explosivo en la coqueta sede de la oficina de información turística y la onda expansiva hizo añicos las esferas y el crono se detuvo. Estuvo así años.
Hasta que fue repuesto. De fabricación valenciana, creo recordar. Claro que ya no daba las repetidas. Y a menudo se atrasaba y no coincidían las campanadas con las señales horarias de Radio Nacional de España. Entonces surgía algún conflicto por un quítame allá esa puntualidad.
Las averías eran costosas. Algunas piezas ya no eran fabricadas. Los intentos de reparación se saldaban con horarios dispares en las esferas. Hasta que el reloj se cansó y el badajo calló. Así se prolongó el silencio me atrevería a decir que durante años.
Alguien/algunos tomó/tomaron la iniciativa y se cansó/cansaron de mirar inútilmente hacia arriba y hallar la misma posición de los punteros o de no saber qué responder cuando la pregunta se multiplicó: ¿cuándo arreglan ese reloj?
Fue cuando volvieron a sonar las campanadas, aunque parecía que tocaban a muerto y se confundían con el siempre agradable sonido de las de la iglesia de San Francisco, unos metros más abajo.
El reloj, exhausto, no pudo más. Alguien habrá certificado su defunción, un suponer. Y he aquí que está siendo reemplazado. Uno nuevo, da igual la procedencia de su fabricación. Lo importante es que funcione, que su tictac imperceptible vuelva a ser referencia visual y sonora de una ciudad que se lo toma todo con mucha paciencia, influenciada, sin duda, por el espíritu acomodaticio al que se acostumbró cuando las vacas gordas.
Ahora no las hay. Pero vuelve a tener reloj en la Peña de Francia.
P.S.- El portuense Zoilo López Bonilla, afincado en Barcelona, deja un comentario y, además, una foto de la torre de la Peña y del reloj que viene pintiparada. Gracias por tu ilustración. Pincha aquí para verla:
5 comentarios:
El técnico del reloj en los últimos años fue Pedro "El Chacho" quien, a pesar de algunos aspectos pocos célebres de él, en cuestiones de electromecánica era un "manitas". Él, con la ayuda de José Julio (Q.E.P.D.), reconstruyeron algunas de las piezas de manera totalmente artesanal en el torno que este último tenía.
El técnico del reloj durante algunos años fue Pedro "El Chacho" quien, a pesar de tener sus defectos (como casi todos), era un "manitas" en cuestiones de electromecánica. Él, junto con la colaboración de José Julio (Q.E.P.D.) reconstruyeron algunas de las piezas de forma totalmente artesana en el torno que este último tenía. Es curioso, y a la vez triste, que de estas cosas (me refiero al estado de abandono) no nos hayamos enterado hasta ahora. Al menos yo lo desconocía.
Salvador:
He encontrado una foto que puede ilustrar perfectamente la excelente crónica que sobre el particular publicas en tu Blog.
Atentamente. Zoilo
Para Don Celestino (profesor de inglés del Tomás de Iriarte) el reloj de la iglesia siempre estaba adelantado a la hora de salir de clase y atrasado a la hora de entrar.
Salvador;
Felicitaciones por tu artículo referente a los relojes de la Iglesia de la Peña de Francia.
Ultimamente se hicieron algunas reparaciones,propiciadas por el CIT,aunque ellas,nofueron suficientes para el normal desenvolvimiento de las campanadas.
Quiero felicitar a "TODOS" los que desde se ámbito de actuación,están haciendo posible una realidád que añoràbamos,"volver" a escuchar las campanadas de la iglesia.
Al Padre Jorge ( de donde sacará el dinero que se necesita ??) y a los que a su lado están empujando para llevar a buen puerto esta obra,y así acabar con la desidia de años.
Saludos
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