miércoles, 9 de marzo de 2011

DE UN ASCENSOR Y DE UN SEMÁFORO. ¡INSÓLITO!

Todo político en ejercicio tiene derecho a inaugurar. Se sobreentiende que una obra, una actuación o una realización que, independientemente de la participación que en la misma se ha tenido, no sólo es la culminación de un proyecto financiado con recursos de la institución a la que representa o cofinanciado sino la expresión final de una gestión.
Cada quien modula el acto a su aire, teniendo en cuenta hasta el costumbrismo del barrio o del lugar, el horario disponible de la autoridad invitada y hasta el de los informativos audiovisuales para llegar a tiempo de emisión.
Sabido es que en los meses anteriores a la campaña electoral los actos de inauguración o de apertura proliferan. Seguro que es para activar las neuronas memorísticas del personal, si es con algún recuerdo del hecho o con brindis, mejor.
Y también es conocido que cualquier cosa es válida para darle oficialidad. A veces -las menos- hasta se hace un ceremonial después de haber entrado en funcionamiento o de haberse abierto el servicio o la instalación. Hay quien se aprovecha, claro, y hasta hace dos actos con cualquier excusa.
Con estos considerandos aparece lo insólito. Creíamos que en el primer puesto de la clasificación estaba la inauguración de un ascensor -sí, sí, como lo leen- registrada en el Puerto de la Cruz en este mandato que declina.
Pero acaban de arrebatar tan privilegiada posición en Santa Cruz de Tenerife donde hace pocos días han inaugurado ¡un semáforo! Claro, hubo que releer la información periodística para verificar algunos detalles de tan relevante acción: un punto negro de la circulación rodada (alrededores del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria) que ha llegado a costar vidas humanas -tan sólo por eso ya podían haberse ahorrado el dispositivo- empezaba a ser gris merced a una inversión conjunta de Cabildo Insular y Ayuntamiento capitalino de ochenta mil euros para instalar los semáforos reguladores. A continuación, siempre según la versión periodística, dos representantes de las aludidas instituciones fueron los primeros en cruzar el paso de peatones. Ejemplar.
Valgan los dos casos citados como expresión del exceso, de recurrir a lo que sea con el afán de notoriedad que en vísperas electorales se cotiza al alza. Un ascensor y un semáforo son elementos dotacionales prácticamente imprescindibles en el desenvolvimiento cotidiano, así que no es para hacer alardes de ningún tipo. Si es una reivindicación popular y se prolonga en el tiempo, pues a satisfacerla y punto. Por condiciones de vida y por seguridad.
Claro que igual la gestión de los responsables anda algo depauperada y entonces no tienen más remedio que dar bombo y platillo a hechos como los comentados.
Insólitos, desde luego.

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