El penalti fallado por Sergio Ramos (Real Madrid) en la tanda
que decidía la clasificación para la final de la Champions League, frente al
Bayern de Munich, permite rescatar de la memoria uno de los episodios más
comentados del fútbol portuense. Quienes lo presenciaron, aún lo comentan con
fruición. Es, en ese sentido, algo más que una anécdota.
Jugaban en
El Peñón dos equipos locales de aficionados. Eran frecuentes esos partidos en
los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Hasta hubo campeonatos. En uno
de esos encuentros, muy competido e igualado según cuentan, Celestino Padrón
Molina (q.e.p.d.), que solía jugar de extremo izquierda y que con el paso de
los años, por tal razón, fue popularmente conocido como Ormaza, en alusión a un
extremo zurdo del Athletic Club de Bilbao, fue derribado dentro del área. El
árbitro señaló lo que durante muchos años se llamó máxima pena.
Mientras
Padrón se dolía en la cancha y era atendido (“¡Ay, mi vientre; Ay, mi
vientre!”, se escuchaban sus lamentos), los demás jugadores discutían quién
lanzaba el penalti. Al final, se decidió -o decidieron- que fuera Alfredo
García Hernández, popularmente conocido con el apelativo ‘Alfredín’. Era
corpulento y despejaba con contundencia. Además, lucía un calzado puntiagudo,
con tacos en forma de chasis, muy propio para los campos de tierra.
En medio de
la natural expectación, con el portero bajo palos y los demás futbolistas al
borde del área, por lo que pudiera pasar, ‘Alfredín’ colocó el balón, tomó
carrerilla y procedió al lanzamiento, Unos dicen que con la pierna izquierda y
otros, con la derecha. Da igual, porque lo cierto es que lo hizo con tal fuerza
y con tal potencia que no solo se marchó por encima de la portería sino que
traspasó los límites del campo.
Dicen que a
Celestino Padrón se le quitaron de golpe todos los dolores cuando vio que
aquella oportunidad de ganar el juego se había esfumado… por culpa de
‘Alfredín’. Y que al lanzador le cayó toda suerte de reproches al terminar el
partido. Alguien apuntó que había sido por aquellas botas relucientes y
puntiagudas.
Lo cierto es
que surgieron chanzas y bromas sin cesar. Durante mucho tiempo, durante décadas
han estado circulando.
“El balón
fue a parar al “risco Moris”, era una de ellas. “Todavía están buscando el
balón”, dijeron otros. “Aún no ha caído la pelota”, apuntan con inevitable
sonrisa. “Se desinfló en el aire del punterazo que le pegó”, bromearon
terceros.
Probablemente,
haya sido uno de los lances más singulares del fútbol portuense. No tuvo la
trascendencia del que falló Ramos, desde luego; pero las circunstancias
permiten recordarlo, sin querer comparar, con generosidad anecdótica.
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