Aunque no se integre
formalmente en el preceptivo período de información pública, el acto convocado
en la sala ‘Timanfaya’ por la formación Vecinos por el Puerto fue un excelente
impulsor del conocimiento de la actuación que se pretende, mejora y
acondicionamiento del paseo San Telmo. El gobierno del Cabildo Insular fijó, en
su sesión del pasado lunes 1, un plazo de veinte días hábiles para la
presentación de sugerencias y alegaciones. Es de esperar que hayan tomado buena
nota los convocantes y los asistentes, principalmente quienes hicieron
aportaciones –algunas, muy estimables-, que ahora deben plasmar en el trámite
administrativo señalado si es que quieren modificar, como se proponen, algunas
directrices del proyecto señalado.
Hay dos consideraciones básicas que hacer respecto al acto.
Una, su desarrollo mismo, a partir de una estimable asistencia entre la que
había usuarios habituales de ese singular espacio urbano-marítimo que es San
Telmo, representantes de otros grupos políticos corporativos, gente nativa y de
otras localidades de distintos segmentos de edad, extranjeros afincados en la
ciudad y hasta técnicos que hicieron su evaluación y expusieron sus criterios.
Primero, una demostración esquemática del proyecto con soporte
audiovisual. Después, los testimonios de Melecio Hernández Pérez y Nicolás
González Lemus, usuarios del espacio y estudiosos de la historia local. En una
tercera fase, la sucesión de preguntas e intervenciones de los asistentes, próxima
a un debate que, en todo caso, se caracterizó por el pluralismo de ideas y por
el respeto que se dispensó a cada uno de los intervinientes.
Desde ese punto de vista, los organizadores pueden darse por
satisfechos. En una ciudad cuyo músculo participativo ha ido menguando y donde
se ha ido perdiendo iniciativa para debatir, hasta el punto de que si se
comparan con el pasado, cuando se contrastaba y se criticaba hasta cosas de
poca monta -los portuenses parecen anestesiados, llegamos a escribir hace algún
tiempo- que haya docenas de ciudadanos atraídos y motivados en torno a un
proyecto urbanístico, es de reconocer. No es que de un plumazo hayan recuperado
la sensibilidad perdida pero, al menos, se ha recuperado algo esencial en parte
de una sociedad: posicionarse en algo que la afecta directamente. Ojalá hubiera
la misma o parecida respuesta en otras actuaciones programadas o en otras
situaciones que hacen del Puerto de la Cruz posiblemente el municipio más
controvertido de la isla.
La segunda consideración es, en sí misma, el proyecto de
mejora y acondicionamiento del paseo San Telmo, presupuestado en 1,6 millones
de euros. La primera gran duda que salta es si, en estos momentos, no hay otras
prioridades y otras necesidades más acuciantes. Además, no está tan mal
actualmente la fisonomía del paseo. Hay algunos contenidos, especialmente los
referidos a la continuidad de la accesibilidad, que son respetables y que junto
a renovaciones, reparaciones y acabados de desperfectos o puntos visiblemente
deteriorados, merecen ser tenidos en cuenta.
Pero la madre de la actuación es el muro que va desde la Punta
del viento al perímetro de la ermita de San Telmo, declarado Bien de Interés
Cultural (BIC) en 2006. El muro tiene sus valores históricos y hasta ha cumplido
una función social. Pero quieren sustituirlo, con la idea de "abrir la
zona al mar e integrar el paisaje costero a la ciudad, eliminando los
obstáculos que existen en la actualidad así como las barreras de
accesibilidad…”, mediante la instalación de una línea de cableado de acero
inoxidable, similar a la ya dispuesta en la Punta del viento. Voces técnicas se
escucharon advirtiendo de que la solución dada, por su escalabilidad, comporta
riesgos e inseguridad. Aunque el criterio más extendido es que la configuración
actual del muro no impide una contemplación del paisaje y del horizonte
marítimo. Esa ‘apertura’, además, debe ser valorada especialmente por los
comerciantes de la zona, a los que intranquilizan, seguro, la maresía y los
efluvios atlánticos cuando piensan en sus fachadas y escaparates. La prueba es
clara: un edificio de principios del paseo lleva décadas sin que los
propietarios hayan encontrado la fórmula que haga perdurar sus repintados y
adecentamientos.
El muro, insistimos, acaparó la atención y la discrepancia de
quienes han conocido el proyecto. Ya es el muro de la discordia. Y otros lo han
bautizado como muro de las lamentaciones. Fueron expuestas varias gráficas, de
modo que González Lemus se atrevió a reivindicar la restitución del estado
primigenio pintado de blanco y el portavoz de los convocantes, Jaime Coello,
aludió a una sugerente foto de Eduardo Westherdal que circula en la red y en la
que puede verse a dos poetas inmensos, Luis Rosales y Pedro García Cabrera
juntos, apoyados sobre el muro con las rompientes olas sobre El Penitente al
fondo.
Total, que la controversia está servida. Pero la primera
conclusión es que hay mucha gente que no quiere que se toque San Telmo y su
entorno. Unos volados y unas escalinatas tipo graderío tampoco hacían feliz al
personal que sabe, además, lo que es el mantenimiento –mejor dicho: la falta
de- en el Puerto de la Cruz. Quieren el muellito, el lugar favorito de la
juventud portuense, como cantan los Encinoso, tal como está hoy. En el fondo, no es nueva
esa postura. Aún recordamos cuando, en el ejercicio de la alcaldía, fueron los
propios usuarios y bañistas de la zona los que se opusieron radicalmente a la
construcción de unos muretes abiertos antipánico en la zona de la terraza que
favorecían a todas luces la seguridad. Y aceptamos su negativa que no
interpretamos siquiera en clave de revés.
Habrá que ver si las inquietudes de estos tiempos inciden en
el curso del período de información pública y replantean, siquiera
parcialmente, algunos aspectos del proyecto. Atentos, porque tal como
evoluciona el panorama político y reaparecida esa sensibilidad popular, la
incertidumbre cobra cuerpo.
2 comentarios:
Muchas gracias por la información. Estoy de acuerdo con que seguramente hay otras prioridades en la ciudad turística.
Desde mi perspectiva lo más imporantatne es no deteriorar la costa y los charcos, aunque ello no perjudique potenciar el solarium y bar. No considero tan relevante el muro o la "accesibilidad visual" pero me preocupa que los pequeños tengan excesiva accesibilidad y pueda producirse algún accidente.
Un cordial saludo,
Felicidades x tu escrito sobre la retirada de la Pancarta y el Muro de la Discordia.
Fátima
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