Debemos ser de los últimos
en estirar el monstruo del lago Ness cuando llegaba el verano, se despoblaba la
redacción y había que hacer filigranas para llenar las páginas. El monstruo era
recurrente y servía hasta para un espacio en primera. De sucesos, con
testimonios inverosímiles, saltaba a la última, incluso como reportaje de
cierre. Hasta que un día llegó Carlos Luis Álvarez, Cándido, y sentenció: “La
actualidad no existe. Se crea”.
Y entonces nos dimos cuenta de que Nessie, o como se llamara,
tenía los días contados o que no iba a durar toda la vida, todos los estíos,
cuando la política se iba de vacaciones, la Administración se paralizaba, las
protestas sociales disminuían, aparecía algún famoso, alguna rueda de prensa
parecía convocatoria equivocada, los montes sorteaban como podían los incendios
y las fiestas locales salvaban la papeleta.
El monstruo languideció mientras la muchachada de prácticas paría
ideas y salía a la calle a curtirse. A otros les tocaba corregir teletipos. La
celebración del 15 de agosto, en Candelaria, con su peregrinación y su peculiar
fervor, marcaba un horizonte, tal es así que algún redactor-jefe se preguntaba
con qué cubriremos después que se vaya la Virgen. El balón echaba a rodar y
entre las presentaciones y los trofeos veraniegos, la cosa como que se animaba
un poco, a la espera de que se iniciaran las competiciones oficiales. Después,
la lluvia de estrellas, las perseidas traducidas en las lágrimas de San
Lorenzo. Y los preparativos del nuevo curso escolar. Y alguna actuación
musical. Y las fotos de mayor tamaño para completar el espacio.
Con eso, con muy pocos hechos noticiosos y con lo que se pudiera
interpretar como informativamente trascendente, había que fabricar la
actualidad. El mes discurría lento y caluroso hasta el desespero. Pero las
redacciones rezumaban frescura y juventud, plagadas de redactores vocacionales
o de forzosas prácticas que aguardaban una oportunidad, se labraban un
porvenir, acreditaban sus habilidades y se ilusionaban con ver su nombre
impreso al comienzo de una información o al pie de una entrevista. Cuando
contaban en voz alta las peripecias o algunas de las circunstancias que
concurrían para cubrir una información, se palpaba la inexperiencia. Eran los
novatos en estado puro. Cuando hacían un ejercicio comparativo con el
tratamiento de la competencia, empezaban a entender claves y cosas, comenzaban
a crecer periodísticamente hablando.
Así fue muriendo el monstruo. Y así surgieron otros tópicos que
ya son nostalgia o recuerdo a secas, aunque otros se resisten a abandonar el
espacio que parece corresponderles.
Ahora
el presidente del Gobierno comparece en sede parlamentaria el primer día del
vacacional y festivo agosto. Y con esos mimbres, por seguir a Cándido, habrá
que crear la actualidad. Ahí radica la agudeza periodística, el olfato del
oficio.
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