sábado, 22 de noviembre de 2008

UNA GEOGRAFIA SIN ADRIAN

“¿Qué te parece este título para el programa nuevo?”, me preguntó con la humildad que le caracterizaba. Me arrugué y acerté a decirle que resultaba largo y poco radiofónico.
“Salvador tiene razón pero no se me ocurre otra cosa y por la hora que es ya hay que grabarlo”, respondió enfáticamente. “Al encuentro del tema”, era el título de aquel espacio con el que estrenaba su trayectoria en la radio.
Fue en Radio Popular de Tenerife, bajo la dirección del padre José Siverio, seguro que tan triste con esta pérdida como todos los que tratamos a Adrián Alemán de Armas. Tiempos de apertura, de nuevos rumbos, de nuevos moldes de la lucha contra el inmovilismo, tanto en el periodismo escrito como en el hablado.
Ahí nos conocimos -en esa oportunidad me presentó a Manuel Medina Ortega, entonces profesor universitario en La Laguna- y ahí trabajamos juntos en los informativos y hasta en algunas transmisiones. Adrián aportaba un toque de seriedad profesoral que le hizo ganarse el respeto de los operadores de control y de quienes teníamos otros cometidos ante el micrófono. ¡Ah!, tiempos de respeto y de tolerancia, de saber cultivar el pluralismo y de aprendizaje permanente superando cualquier tentación de divismo.
Adrián Alemán se abstraía con la radio, de modo que llegó a interesarle el deporte, que ya es decir. Pero es que su afán de saber le llevaba a actualizarse constantemente. Uno admiraba su sólida formación, tanto científica como de humanidades. ¿Alguna duda de redacción o de localización histórica o nominalista? Ahí estaba Adrián para despejarla y para despedirse puntualmente, hacer una primera evaluación del programa casi siempre positiva antes de telefonear a su adorada Conchita y anunciar que ya iba a almorzar.

Con Adrián conocí a sus hermanos, Ventura y Manolo, habituales visitantes de la emisora y a la que se incorporó Gilberto al regreso de Venezuela. Con ellos, escuchándoles, se entendía la esencia lagunera. Y con ellos recuerdo una animada charla sobre el contenido de “Un puente sobre Guadar”, uno de sus libros que aún conservo.
Luego coincidimos en algunas convocatorias del ámbito político. Fue director general de Cultura en el primer gobierno de Jerónimo Saavedra. Dejó su sello en el departamento, obsesionado que andaba para dar un impulso a la política editorial del ejecutivo. Años después, involucrado de lleno en la docencia universitaria, la política dejó de atraerle.
Aún así, si acaso por ese sentido de la responsabilidad y del compromiso, con los suyos y con La Laguna, escuchó con atención un planteamiento que le trasladé personalmente sobre la candidatura a la alcaldía a bordo del jet-foil. No cuajó la cosa y él lo agradecía cada vez que coincidíamos y recordábamos la iniciativa, cuando aquella emotiva felicitación, por ejemplo, el día que recibió el premio “Antonio Carballo Cotanda”. Brilló en silencio, con su bonhomía y con el rigor que siempre imprimió a todas su ejecutoria académica y profesional. El miércoles próximo, por cierto, habríamos de compartir una trbuna sobre la Constitución. No va a poder ser.
Ayer, aturdidos aún por el impacto de su inesperado fallecimiento, he visto las lágrimas emocionadas de Arturo Maccanti y la entereza firme de Conchita. La geografía urbana de La Laguna pierde uno de sus elementos humanos más valiosos. Lo fácil es decir que le dolía la ciudad; lo cierto es que la vivía como pocos. Será difícil acostumbrarse a su ausencia.
Descanse en paz.

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