Evaristo Fuentes, profesor orotavense, siempre atento, siempre inquieto, se extraña de un fenómeno registrado en la Villa y seguro que en muchas otras localidades canarias hace dos domingos, cuando terminó la Liga de fútbol: el mismo día en que el Tenerife perdía la categoría, los seguidores del Fútbol Club Barcelona exhibían su alegría por la conquista del campeonato. Y no eran tres ni veintitrés, ni era en cuatro o cinco localidades: eran bastante más, según la duración de los festejos, la invasión de las pilas, las camisetas y banderas blaugrana, las caravanas de vehículos que iban de pueblo en pueblo a las zonas céntricas, el sonido de los claxons y, en fin, los aditamentos propios de una celebración de este tipo. ¡Oh! cómo que algunos hasta cantaban ¡en catalán! el himno del equipo culé. Es verdad que hay en éste dos jugadores tinerfeños, Pedro y Jeffren, pero el contento trascendía mucho más, tenía otra dimensión, más bien de fenómeno sociológico.
Se extraña Fuentes pero nuestra gente es así. Es probable que muchos de quienes festejaban el título de la escuadra catalana lo hicieron también cuando el Tenerife regresó de Girona, hace ahora un año, con el ascenso garantizado. Ello confirmaría que muchos tienen dos equipos de fútbol en su vida: uno de los grandes, de los de siempre, y otro, el de su tierra. Cuando compiten entre sí, ya se verá, ya se timoneará ese "corazón partío", aunque siempre hay una mayor inclinación hacia los colores de casa.
Pero hay un terreno ahí para el análisis sociológico, para averigüar el por qué de esos comportamientos después de que el club representativo juegue en la misma categoría. Pero, sobre todo, después de tanto sarampión nacionalista y de esas esporádicas inyecciones independentistas. Los festejos señalados prueban que los equipos grandes siguen despertando muchas simpatías y que sus individualidades o la excelencia de su juego despiertan tanta pasión como interés.
A las hipotéticas claves y explicaciones deben estar muy atentos los dirigentes de partidos políticos nacionalistas porque, visto lo visto, es claro que el sustrato ideológico deja mucho que desear. Es absolutamente débil. No es que haya que identificar fútbol con política pero como algunos se han especializado en la manipulación y en la exacerbación de los sentimientos, sobre todo en determinados momentos, reacciones como las comentadas y extrañezas como la de Fuentes (al menos la explicita públicamente) dan que reflexionar.
Seguro que hubo pesar por el descenso del Tenerife en el ánimo de miles de aficionados pero no es menos cierto que el jolgorio por el éxito del Barcelona -igual hubiera sucedido si el campeón hubiese sido el Madrid- evidenció que los sentimientos también guardan orden clasificatorio. Y que cuando hay que dar rienda suelta, no hay miserias.
Cuando menos, paradójico. aunque eso, en nuestro territorio surrealista, no es de extrañar.
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