martes, 17 de mayo de 2011

DUDAS SOBRE SCHENGEN

Las revueltas populares de muy incierto final en países del Magreb y Oriente medio están produciendo efectos que parece incluso socavar algunos pilares de la Unión Europea (UE), como el Tratado de Schengen que consolida la libre circulación de las personas en el espacio comunitario del mismo nombre al eliminarse los controles en las fronteras interiores de los países miembros. Quede claro que no todos los países de la Unión son integrantes de ese espacio bien porque no deseaban suprimir los controles en sus fronteras con los otros países de la zona (ejemplos de Reino Unido e Irlanda) bien porque no reunían las condiciones exigidas para ello, como son los casos de Rumania, Bulgaria o Chipre). En definitiva, el espacio no engloba a todos los países ni a determinados terceros estados, como Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein.

Los principios de Schengen se ven amenazados por los inevitables flujos migratorios subsiguientes a los conflictos sociales de las naciones del norte de África. Miles de personas huyen del fragor de las batallas, del rencor, del fundamentalismo, del desempleo, de las crisis agravadas… Se lanzan a la aventura del mar, ya en el desespero de darlo todo por perdido, buscan un trabajo, quieren comer. Comoquiera que las respectivas transiciones no están nada claras, se acentúa la incertidumbre y se tiñe más sombrío el panorama.

¿Y Europa? ¿Qué hace la estructurada y la teórica sólida Europa ante un fenómeno social que le queda tan cerca y que empieza a afectarla seriamente? ¿Dispone de respuestas? Las preguntas se suceden para dar razón a Dolores Rubio García, doctora en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, cuando en un trabajo sobre el Tratado de Lisboa se planteaba con toda claridad que la Unión Europea, en lo puramente político, no acaba de definir su identidad.

Tal es así que duda cada vez más. Reintroducir las fronteras interiores y los correspondientes controles surge ahora como alternativa a la vista de las reacciones de los gobiernos de Dinamarca, Italia y Francia, estos dos últimos acosados por radicalismos fundamentalistas y xenófobos en época de proximidad electoral. La dinámica racista parece haberse desatado. He ahí lo preocupante porque combatirla, con su tremenda carga populista, no es nada fácil y mucho menos si se asumen algunas de sus pautas, sobre el papel impropias del siglo XXI.

Pero que Schengen corre peligro es evidente y el debate sobre su revisión es de lo más importante en estos momentos para la Unión Europea. La coyuntura pone a prueba la vocación, el propio espíritu europeísta, especialmente el de algunos gobernantes. De ahí que resulte primordial si hay voluntad política para hacer efectiva la denominada cláusula de solidaridad del Tratado de Lisboa, en virtud de la cual se ofrece a los ciudadanos la posibilidad de recibir apoyo de la UE en caso de un ataque terrorista, de una catástrofe natural o de origen humano. Este último parece ser el caso. Finalizar la regulación del paquete de asilo, con un sistema de identificación y con un control común de requisitos de acceso, sería la medida complementaria de aplicación.

Partiendo del planteamiento de la profesora Rubio, estamos ante una opción para avanzar, para definir la identidad. Limitar el espacio de libre circulación, uno de los logros de la Unión Europea, puede ser un paso atrás acaso irreversible.

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