sábado, 21 de mayo de 2011

EL SALTO DEL MARTIÁNEZ

El equipo de waterpolo del Club Natación Martiánez ha salvado la promoción y permanecerá una temporada más en la División de Honor. Es un hecho gratificante para el deporte portuense que se debate entre penurias y tribulaciones de todo tipo pese a contar con una excelente producción de valores.

En ese sentido, empieza a ser casi milagrosa la permanencia del Martiánez que lleva varios años coqueteando con el descenso. No sólo se trata de disponer de un potencial deportivo reducido, si se lo compara con quienes le preceden en la tabla, especialmente los de algunos equipos de Catalunya, sino de entrenar en condiciones al límite (piscina al aire libre, agua insuficientemente calefactada y otras incertidumbres) afrontar desplazamientos y situaciones individuales y colectivas complicadas, con muy escaso apoyo institucional y con una estructura social propia muy débil. Así van unos cuantos años y así tiene mucho mérito la obra de la permanencia en el primer estrato del waterpolo nacional.

Con razón se quedaban admirados hace unos años otros alcaldes y ediles de deportes a los que contábamos que, teniendo la superficie territorial más pequeña de Canarias, el Puerto de la Cruz disponía de dos equipos en las máximas categorías y de dos disciplinas tan "mayoritarias": waterpolo y béisbol. Luego explicábamos los antecedentes, las razones y el por qué del éxito de su implantación en el municipio y lo entendían.

"Mucha voluntad, mucha, hace falta para mantenerse en esas circunstancias", recordamos que dijo Pedro Castro, el alcalde de Getafe y dirigente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).

Y, en efecto, es la voluntad, la tenacidad lo que ha distinguido la entrega de los dirigentes, técnicos y jugadores del Martiánez a lo largo de una intensa y productiva trayectoria. Sin esas cualidades, hubiera sido imposible consolidarse. El entusiasmo de Roberto Hernández, José Antonio Marrero e Isidoro Sánchez ha sido clave para mantener encendida la llama. El suyo y el de unos colaboradores a los que gusta este deporte y conocen del sacrificio y de las exigencias que comporta. Competir en las circunstancias que hemos descrito a grandes rasgos tiene mucho mérito.

Por eso, ahora procede replantearse de una vez el futuro. En todos los sentidos. No puede ser que se prolongue este sufrimiento entre penurias y carencias constantes. El Martiánez debe afrontar una revisión de los esquemas sobre los que viene trabajando. Porque el entusiasmo y el voluntarismo puede que ya no sean suficientes, que no basten para "logros" deportivos como es salvar una categoría a base de promociones anuales. Hay que fortalecer el club, con participación social y con estructura mínimamente sólida. Hacerlo de todos, estimular que la gente se identifique. Hay que abrirse a posibles patrocinios, a la iniciativa privada. Hay que planificar y dedicar atención permanente a la cantera.

Ha sido la suya una trayectoria difícil y exitosa a la vez. El Martiánez es un timbre de orgullo en el deporte portuense. Llegados a este punto y después de varias experiencias promocionales, contrastadas las tribulaciones y sabiendo que aprietan desde otras latitudes, o se da un salto -no hace falta que sea muy ambicioso- o mucho hay que temer que, si se pierde la categoría, todo desaparecerá.

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