lunes, 30 de mayo de 2011

MADUREZ

Han sido tantos acontecimientos en el curso de apenas una semana que hasta el estrépito del batacazo electoral empieza a diluirse. No es, ni mucho menos, que se haya cerrado la crisis subsiguiente a los resultados y hasta sería injusto señalar que se trata de una huida hacia adelante pero la operación sobre un cuerpo abierto en canal parece, cuanto menos, haber contenido las hemorragias. Sólo la madurez de una organización centenaria, que se pone a prueba en trances como éste, permite resistir a la espera de una recuperación que, en cualquiera de los escenarios, no va a ser sencilla.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) afronta la papeleta más cruda desde la reinstauración de la democracia. El retroceso electoral del pasado domingo y la consiguiente pérdida de poder autonómico y local, sobre el que estaba asentado buena parte de su fortaleza, significan un revés de tal magnitud que acentúa todas las incertidumbres, parcialmente mitigadas por las decisiones de su máximo órgano, el Comité Federal, concentrado en despejar una de las principales incógnitas, adecuadamente dimensionada tras el planteamiento del congreso extraordinario sugerido por Patxi López, el artículo de Felipe González en el diario ‘El País’ y la retirada de Carme Chacón en la carrera de las elecciones internas hacia la candidatura a la presidencia del Gobierno, claramente decantada hacia Alfredo Pérez Rubalcaba con un solo flanco débil: cómo compatibilizar aquélla con el ejercicio de sus actuales responsabilidades en el ejecutivo.

Teóricamente, la solidez de los cimientos del socialismo es la que permitirá resistir las consecuencias de la derrota. Pero eso sí: las circunstancias que concurren y la evolución más reciente de la sociedad española obligan a repensar muchas cosas, a realizar un ejercicio colectivo, primero de autocrítica y luego de búsqueda de alternativas. El PSOE tiene que demostrar que hay vida más allá de una coyuntura electoral tan desfavorable, de ahí que la conferencia política programada para el próximo otoño sea, teóricamente, el primer soporte del rearme ideológico, indispensable tras la debacle del pasado domingo.

Porque si bien es verdad que la situación que vive el partido gubernamental, ese severo castigo, esa voluminosa pérdida de respaldo electoral, son la respuesta de lo que ha sucedido extramuros, no es menos cierto que el desconcierto de su propia militancia, extendido a amplios sectores sociales que desde hace años vienen expresando su simpatía y su apoyo en las urnas, requiere un tratamiento urgente que empieza -aunque parezca una broma doméstica o una asignatura menor- por dotar a los órganos de dirección de recursos suficientes como para implantar métodos y programas que amplíen y mejoren la formación, no sólo de quienes se acerquen o quieran incorporarse a la organización sino de cuadros y veteranos ahora mismo inmersos en un proceso de desazón y desconcierto.

No son los mejores tiempos, desde luego, para ensayos o giros pero son evidentes los riesgos de anquilosamiento ideológico. El socialismo se enfrenta a elementos de variada naturaleza cuando menor cuota de poder político va a ostentar: una sociedad a la que la da lo mismo la corrupción institucional cuando no la protagonizan los progresistas, la misma sociedad que intensifica su desapego a la política y los políticos en tanto se agita y explora pacíficamente las alternativas -no sólo en foros digitales y redes sociales sino también vías y plazas- porque los convencionalismos no corrigen los desmanes económico-financieros, en cuanto otra “millonaria” parte ansía salir del agobiante desempleo.

Ideología: mucha, no sea que tenga razón y se reedite el ejemplo puesto por José Manuel Soria en un debate televisivo de campaña.

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