miércoles, 8 de febrero de 2012

EL GÉNERO MURGUERO

Se resalta en un espacio radiofónico un menor gancho en la comparecencia de las murgas en el preámbulo carnavalero. Ha bajado el nivel de originalidad e interpretación, según dicen. Como que ha descendido también el grado de interés del personal, otrora convertido en una suerte de termómetro de la gran fiesta popular.

Será que la crisis ha afectado al género. Es difícil no sólo superar los registros sino consolidarlos. La murga siempre atrajo, hasta cuando los carnavales eran dóciles Fiestas de Invierno, allá por los sesenta. Eclosionaron muchos años después, entre el convencionalismo de algunas y los tintes revoluciionarios que aportaron otras, incorporando elementos escénicos, esmerándose en la composición letrista y dando ciertos aires de agrupación coral en búsqueda de una conjunción vocal que no sonara como desafinada.

Las murgas hasta han sido también objeto de atención política. Entre la recluta de militantes o simpatizantes, la identificación con determinados colores, la intensidad de la crítica, más o menos benevolente, se medía por la cercanía a colores gubernamentales. O por tratamientos determinados: desde la ausencia de visitas a locales de ensayos a resultados de concursos o similares considerados repulsivos.

Pero, por lo escuchado, hay menos ambiente, menos interés y hasta menos tensión. Puede que el público también se haya cansado, haciendo una lectura simplona: todos los años, lo mismo. Bien es verdad que en esta evolución tiene mucho que ver el factor generacional. Consta que las murgas de toda la vida han cuidado la cantera y han ido propiciando que los niños vayan adquiriendo su condición de murgueros pero no es suficiente ante la avalancha de opciones, tecnológicas y de las otras, que se dan en nuestros días.

(A propósito, las letras de las murgas infantiles: esa es otra. Entre las palabras soeces y las desnaturalizaciones fonéticas, mucho habrá que cuidar ese flanco. Menos mal que alguien ha alertado en redes sociales).

Puede que el género haya alcanzado su cenit y ahora atraviese esa etapa de bajón que experimenta cualquier manifestación popular. Cierto que cualquier capacidad creativa puede mermar y si se ha encendido el timbre de alarma sólo los propios afectados o implicados pueden detenerlo. Porque ese género es parte esencial de la fiesta.

Puede que la edición de este año marque un punto de inflexión para las murgas. Y para todo el Carnaval. Atentos.

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