lunes, 20 de febrero de 2012

MANCOMUNIDAD, ENÉSIMO INTENTO

Lo vuelven a intentar. Es la enésima vez. Parecía que ya no la reanimaba ni la coramina de los sentimientos pues otra entidad supramunicipal, con más integrantes y más recursos, había recibido hace poco su carta de defunción. Y sin embargo, los responsables han decidido concederle una oportunidad. Una más. ¿Acaso la última? La Mancomunidad del Valle de La Orotava, por ahora, sobrevive. Es como si nadie quisiera pegar el tiro de gracia.

A principios de cada mandato, es una estampa que se repite. Los alcaldes y concejales representantes de los municipios de la comarca se reúnen para hacer no un acto de contrición ni un finiquito político-administrativo sino propósito de reactivar una estructura nacida en los años sesenta del pasado siglo para prestar, de forma mancomunada, los servicios que entonces resultaban tan limitados -o inexistentes- como costosos. No han tenido suerte. O lo que es igual, han querido pero no han podido ni han sabido. Los intentos se perdieron por el camino, entre la desidia o la priorización de otros menesteres. Ni siquiera en las formas, como ocurrió en 2007, acertaron. Ni antes la coincidencia del color político de los gobernantes facilitó las cosas. La Mancomunidad cobró caracteres de fósil, hasta el punto de que algún Ayuntamiento, Santa Ursula, llegó a salirse y ahora parece dispuesto a reincorporarse.

Los hechos históricos ponen de manifiesto, por un lado, lo difícil que es entenderse, pese a la cercanía y los problemas comunitarios a los que dar alternativa; y por otro, una escasísima cultura de intercambios o prestaciones que pueden ser afrontados de forma solidaria para abaratar costes y beneficiar a un mayor número de ciudadanos. Siempre, desde sus orígenes, se acusó a los municipalistas del valle de no ver más allá de sus límites territoriales. Los escasos avances fueron siempre a cuentagotas y apenas trascendieron.

En la experiencia cosechada se constata que hay que tener más voluntad política. Cuando no se tiene esa cultura, hay que crear las condiciones para ir labrándola. Hay que tener altura de miras y generosidad. Hay que cultivar hábitos, hay que perseverar. Hay que hacer propias las iniciativas mancomunadas si se quiere que esa pretendida revitalización sea una realidad palpable.

Ahora lo vuelven a intentar los alcaldes y la alcaldesa de La Orotava, Los Realejos, Puerto de la Cruz y Santa Úrsula, respectivamente. Deben ser conscientes de la coyuntura: son los tiempos en que se habla -sin fundamento, vale- de fusión de municipios pero también de reorganización administrativa de las administraciones públicas. Precisamente, de las fórmulas mancomunadas o supramunicipales se ha hablado como alternativa a la fusión imposible. Son, igualmente, tiempos de arriesgar, imaginar y plasmar soluciones para ciudadanos que se han hartado de anquilosamientos y de comprobar cómo cada año pagan tasas y tributos más altos sin que mejore la calidad de los servicios.

Ojalá que no caiga en saco roto el propósito de trabajar con estatutos actualizados y con redimensionamiento competencial consensuado y operativo. Desde transportes terrestres a recogida domiciliaria de residuos, desde saneamiento en general a programas culturales o recreativos. Y todo, sin perder señas de identidad propias: se trata, justamente, de crear unas nuevas.

Por eso, aquel viejo espíritu de la reinstaurada democracia tiene plena vigencia: Mancomuna, que algo queda.

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