Que la gente pasa de
política se nota hasta en hechos cercanos que, sobre el papel, merecen algún
tipo de respuesta o una mínima reacción, especialmente en verano, cuando
cualquier cosa puede dar para un culebrón, a poco que haya imaginación y ganas
de estirar el chicle.
Un ejemplo lo tenemos en recientes declaraciones públicas
del alcalde de Los Realejos, Manuel Domínguez (PP), quien sabe que las mieles
de la alcaldía, ganada a pulso después de su paso por el Congreso de los
Diputados, duran lo que duran: su escalada política, bien cimentada en
cualquier caso, parece haber alcanzado su techo, por lo que ya es cuestión de
ir pensando en conservar lo que hay y evitar más desgastes, pese a que la
oposición en el consistorio realejero inspire, hasta ahora, la confianza que
deriva del estancamiento y de su propia debilidad.
Bueno, pues va Domínguez, en la cruzada que abandera con
respecto al puerto deportivo-comercial del Puerto de la Cruz, y acusa al
presidente del Gobierno de Canarias de haber engañado a los ciudadanos con el
proyecto de la actuación y con la financiación teóricamente prevista. El
alcalde realejero, en un marco de escepticismo y de notables vacíos sociales y
político-institucionales, ha creído ver
un filón político en esa vieja aspiración portuense y la hace suya
identificándola con las del norte insular -y así reforzar la legitimidad para
hablar de ella- y la consolida, presumiendo incluso de privilegiada
interlocución con la Administración del Estado, como asunto recurrente a medida
que se avance en la tramitación.
Salvo el director general de Puertos de la Comunidad
Autónoma, Juan José Martínez, nadie ha replicado a Domínguez. Nadie del Puerto
de la Cruz, ningún responsable institucional, no se sabe si por la ausencias de
agosto o por las dudas que laten en este asunto, si por el escepticismo
predominante o por el pasotismo imperante, ha reaccionado. Ni siquiera para
decirle al alcalde realejero que se quede en su sitio, que se ocupe de los
problemas de su municipio, una forma que se tenía en el pasado de llamar a
alguien confianzudo. Pero en los tiempos actuales, esos localismos de
campanario ya no se estilan, de modo que la interdependencia, los “espíritus”
mancomunados y la sinergias dejan abierto el campo para arrimar el hombro, para
impulsar y reactivar… con plena legitimidad.
Otra cosa es -aunque nos desviemos brevemente de la
cuestión de fondo- la tendencia de algunos políticos que, tanto en el pasado
como en el presente, se inmiscuyeron en temas del vecino o de las localidades
limítrofes. Es curioso, porque hasta donde la memoria alcanza, jamás se apreció
esa tendencia en cargos públicos portuenses a hablar de asuntos de La Orotava o
Los Realejos. Muy respetuosos, mucho más permisivos, si se quiere con un
principio elemental de que se busquen la vida, o porque durante décadas
prevaleció una cierta hegemonía política y económica que confirió un estatus -hoy
las cosas ya no son así, desde luego- se
han desentendido de lo que ocurría en los municipios vecinos. ¿Se imaginan a un
portuense opinando de la ordenación urbanística y de la reserva industrial de
suelo en Los Realejos? ¿Y a otro del modelo de prestación de servicios
municipales en la Villa? ¿Verdad que no?
En lo que estábamos: ni siquiera el grupo político de
Coalición Canaria (CC) en el Puerto de la Cruz, la formación a la que también
pertenece el presidente del Gobierno autonómico, salió en defensa de éste. Ese
es el pasotismo al que nos referimos. Ese es el silencio incomprensible que se
constata hasta que Juan José Martínez, director general de Puertos, salió a
puntualizar: el PP -resume- intenta apropiarse del proyecto para hacer
oposición y no debería contribuir a un clima negativo “que no beneficia a los
ciudadanos ni a los propios inversores”.
Claro, en esos complejos equilibrios políticos que
pululan por las islas, mover ficha es delicado. Pensemos en que una alianza (CC+PP)
gobierna en el Puerto de la Cruz, da igual que no esté documentada. Sigan el
hilo y verán los nudos. Ya saben: las contrariedades, las justas; que el horno
de las incomodidades y los recelos no está para bollos.
Pero lo apuntado por Martínez, a la espera de contrastar,
blanco sobre negro, los beneficios de esa actuación, es lo esencial: los
intereses generales, los reclamos para que la inversión se materialice en un
logro que mucha gente cree que es una panacea, son los que deben primar.
Si los silencios juegan a favor o en contra de las
pruebas de paternidad, ya se verá.
3 comentarios:
Creo que Manolo se va a escudar en que sus declaraciones eran realizadas en su calidad de presidente insular del PP.
O es blanco o es negro. Solo una palabra: Confianzudo, ligado a una frase: Manolo, no te metas en camisa de once varas
Pues a ver si leen tu artículo los susodichos, y se enteran, porque más claro el agua, no has dejado atrás ni el más mínimo detalle. Te felicito. Magníficos escritos los tuyos. Un abrazo.
Magali
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