sábado, 8 de junio de 2013

EL CAMINO DE PEDRO BELLIDO

Pedro Bellido Camacho se estrena con una exposición individual de veinte cuadros en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC).  Esa vena artística de Pedro por fin circula a plenitud. Quienes sabíamos de ella desde hace tiempo, intuíamos que algún día iba a suceder, porque estando, además, a la sombra de Marta, su esposa, no iba a encontrar mejor asesoramiento, o mejor orientación, que parece más adecuado.
“El punto de partida de un nuevo artista”, definió Celestino González en una introducción impregnada de estímulo y en la que evocó la primera colección pública de Pepe Dámaso en la misma sala, como también la de Manuel Clemente Oliva, escultor y catedrático de Expresión Plástica y Visual de la Universidad de Barcelona que ha paseado su obra por varios países. Habiendo obtenido la cátedra de dibujo de Enseñanza Media en Tenerife, ya anticipó, en marzo de 1964, la cualificación de su trabajo.
Los acrílicos de Bellido, en formato medio y grande, algunos con técnica mixta, hechos en el plazo de año y medio, revelan su condición de pintor autodidacta, sensible al paisaje que interpreta con sobriedad cromática. Los trazos y elementos geométricos del autor reflejan impresiones versátiles, igual para el Aire que para Montañas rojas, dos de los títulos de este bautismo pictórico en el que también sobresalen, por similares características, Dunas, Profundidad y Mirando al cosmos. En esa mirada descubre Pedro Bellido sus tendencias, si se quiere propias de un principiante que las guardaba celosamente hasta que decidió alumbrarlas. Una serie de siete cuadros, bien combinada por cierto, con uniformidad llamativa, da título a la exposición, “El camino”, que ahora inicia con afán de autoexigencia perfeccionista, seguro.
Porque Bellido tiene, desde su Sevilla natal, la pasión por el arte. Lo acreditó cuando le confiamos la gestión del ya guadianesco festival de Cine Ecológico y de la Naturaleza, al que imprimió un notable sello artístico, compatibilizando las proyecciones de películas con manifestaciones de varios géneros, incluso en la calle. Aquella iniciativa suya fue, de alguna manera, precursora de otro festival artístico exterior que ha causado furor, Mueca, que, como el certamen cinematográfico, proyectó el nombre de la ciudad.
Pedro Bellido fue profesional de la banca y sindicalista antes que político activo. Pero el arte iba por dentro, tal es así que arriesgó y abrió una galería de arte, “El albero”, donde intentó dar oportunidades a artistas noveles y dotar a la ciudad de otro espacio de creatividad. En su día, quiso que presentáramos la obra temprana de una descendiente de Federico García Lorca, Anabel, que impactó por su colorido desgarrado.

Ahora, rodeado de sus familiares, amigos y dirigentes del IEHC, a los que asesora en cualquier iniciativa pictórica, emprende un camino que seguro no se quedará en una primera entrega porque puede esperarse más de este ya artista sevillano afincado en el Puerto. Ahora, como en el viejo proverbio árabe, sólo ha dado un paso. 

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