En Garachico, miren por dónde, han tomado el testigo de aquel
Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza que llegó a tener,
desde principios de los años ochenta, una continuidad de trece ediciones.
Desapareció tras la moción de censura de 1995 y, coincidentemente, tras otra
producida en 2009, volvió a evaporarse el intento de recuperación que se
registró en ese mandato y que se plasmó en una sola nueva edición. Se ve que a
los censurantes, prácticamente los mismos, la divulgación e interpretación
cinematográfica de los valores medioambientales o del adecuado uso y cuidado de
los recursos naturales no les seduce o les parece poco interesante.
Pero bueno: lo que importa ahora es
la iniciativa del Ayuntamiento de Garachico que ha descansado en el genial Pepe
Dámaso -junto a Manrique, otra destacada figura canaria del arte naturalista-
una suerte de cabecera, de reclamo para conferir credibilidad y sensibilidad
desde el primer momento. Festival Internacional de Cine Medioambiental de
Canarias es la denominación garachiquense.
Y es que la iniciativa refleja que el
género escogido entonces, cuando Francisco Afonso y Alfonso Eduardo
Pérez-Orozco, mentores y ejecutivos del certamen portuense, era un acierto. La
ecología cobró gran relieve entonces, un fenómeno social que fue adquiriendo
relevancia social y política (Petra Kelly, líder de Los Verdes, en Alemania,
llegó a estar presente en una edición del Festival). Años después, las ‘causas’
casi se multiplicaron: la desertización, la polución, la destrucción amazónica,
el deshielo, la crisis agroalimentaria, la pérdida de valores etnográficos, la
superpoblación y, sobre todo, el cambio climático.
Había género para rato y aun cuando
se desconociera el rumbo que tomaría la producción cinematográfica, especialmente
desde el ángulo de explotación comercial, se podía prever que había materia
para profundizar, para seguir transmitiendo desde el Festival un mensaje
positivo, aleccionador y estimulante de la necesidad que el ser humano tenía y
tiene para cuidar el hábitat, el planeta en el que se desenvuelve.
Garachico toma el testigo. Sin
alharacas, sin grandes pretenciosidades. Seguro que sin grandes desembolsos. Y
así, mientras en el ‘haber histórico’ del Puerto de la Cruz hay que anotar otra
de las muchas pérdidas de hechos y celebraciones que caracterizan su
trayectoria, en la villa del Roque, donde ya han dado pruebas de sensibilidad y
de querer hacer las cosas bien preservando su peculiar naturaleza de monte y
litoral, se han esmerado para fabricar su propia opción e ir madurándola. Ya
saben que, además de las proyecciones, se puede elaborar todo un programa
paralelo de actividades que capte la atención de niños y jóvenes y propicie la
difusión de mensajes claros sobre lo que significa cuidar la Naturaleza en este
planeta y, más concretamente, en este territorio insular.
Ferias, talleres, concursos… Y cine,
claro. Qué mejor escenario que el empaquetado de la FAST. Garachico toma el
testigo, abraza una causa que merece dedicación y esfuerzos. Ojalá que sea el
primer paso de una carrera larga y continuada.
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