Hay que entonar el
adiós a la Mancomunidad del Valle de La Orotava. Se pierde en la noche de los
tiempos políticos. Fenece con una inevitable sombra de ineficacia y fracaso,
bien es verdad que en una primera etapa -a mediados de los años sesenta del pasado
siglo- pudo dar cobertura, con dignidad y decoro, a los fines para los que fue
concebida: prestar servicios -desde el principio de la economía de costes- de
atención sanitaria (casa de socorro, la equivalente a centro de salud con
urgencias), de extinción de incendios y salvamento y tratamiento de residuos
sólidos.
Pero la evolución de los municipios, la
falta de voluntad política, la limitación de recursos y la carencia de una
sólida cultura de lo que significaba mancomunar servicios fueron mermando las
potencialidades de una entidad supramunicipal que, paradójicamente, en cuanto
que se creía que con la nueva etapa democrática podía experimentar una
revitalización, atravesó una muy seria crisis en los años ochenta al
abandonarla Los Realejos, uno de los ayuntamientos fundadores e integrantes.
A posteriori, hubo intentos de
reflotarla. Volvió Los Realejos y se incorporó Santa Úrsula. Las competencias
fueron reasignadas. Había que actualizar estatutos para adaptarse a las
modificaciones normativas. Desde el exterior se escucharon algunas voces que
reivindicaban un papel más activo de la Mancomunidad. Pero seguía escaseando la
voluntad política y faltaba impulso. Ni siquiera cuando los municipios que la
componían llegaron a tener un gobierno del mismo color político hubo avances
significativos.
El nuevo enfoque legislativo aplicado a
la administración local es aprovechado ahora por los actuales responsables
municipales para disolver la Mancomunidad del Valle de La Orotava, la entidad
que servía de enganche para alguna aspiración política pero también de opción
para afrontar problemas que se avecinaban entre el crecimiento imparable de
ciudades y necesidades apremiantes de otras. La liquidan -hay que cumplir con
la tramitación de estos casos- para estudiar la creación de un consorcio
intermunicipal, se supone que con finalidades parecidas.
‘In articulo mortis’, ya se habla de más
cobertura y de más posibilidades con arreglo a las competencias que establezca
la Ley (aún en el Tribunal Constitucional, por cierto) y las que se decida
asumir. “Una fórmula para impulsar proyectos conjuntos”, ha dicho el alcalde de
Los Realejos, Manuel Domínguez, a la sazón el último presidente de la
Mancomunidad. Bien: es la misma o parecida letra pero con otra música.
Decisión y gestión política, implicación
clara y proactiva y aportación de recursos económico-financieros son los
pilares sobre los que descansar cualquier acción futura. Eso significará
enterrar también visiones estrechas y alicortas. Si no, simplemente habrá que
registrar un cambio de denominación: Consorcio del Valle de La Orotava, en
lugar de Mancomunidad.
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