Entre los reveses
deportivos locales recientes, hay que consignar el descenso, de Preferente a
Primera categoría, del C.D. Puerto Cruz. Como otras muchas cosas, ha pasado
casi inadvertido del todo. Es tan escaso el interés dedicado al fútbol regional
y al desarrollo balompédico local que tampoco es cuestión de extrañarse
demasiado. El descenso viene agravado porque el filial juvenil, durante muchos
años militando en la División de Honor, también perdió la categoría; y porque
pocas fechas antes de terminar la competición, el club se quedaba sin dirección
al dimitir el presidente y su junta. O sea, una hecatombe deportiva en todos
los órdenes, una crisis de calado en lo
deportivo y en lo institucional.
No es el primer descenso del C.D.
Puerto Cruz, cierto. Pero tampoco es cuestión de acostumbrarse. La pena es la
historia. Pero de ella, se comprueba una vez más, no se vive. Hablaremos del
célebre encuentro con el Juventud Silense, del “Seis de copas”, del “pequeño
Real Madrid”, de la Liga Regional, de goles inolvidables, de grandes jugadores,
de atinados dirigentes y de entrenadores que dejaron huella, de El Peñón
abarrotado, con tierra y con césped, natural y artificial…
Pero no hablamos del futuro, de un
proyecto, de un planteamiento con una mínima seriedad para rescatar aficionados
y para forjar un equipo con valores, que se sienta respaldado. Como tantas
otras cosas, los portuenses vemos ante nuestros propios ojos cómo se pierden
los hechos y las cosas que cultivamos y gozamos durante tantos años. Hechos y cosas
con las que nos identificamos y convivimos. No hacemos nada ni para procurar
que la suerte deportiva nos sonría. Porque el deporte es así, ganar y perder,
subir, crecer o bajar de categoría; pero cuando predomina el abandono, cuando
falta la ilusión elemental y cuando no hay elementos para reaccionar, es que el
terreno está abonado para un fracaso, para una decepción, para un decremento
generalizado…
El fútbol portuense, otrora admirado,
atraviesa su peor etapa, sin duda. Se queda huérfano, sin apoyos. Lástima de
tantos jugadores que componen las categorías de base, prolíficas y llenas de
futbolistas y equipos dotados de un alto nivel competitivo. Sin exagerar: ¿qué
equipo portuense de esas categorías no ha sido campeón?
Sin embargo, ya ven. Se van a otras
latitudes, prosiguen sus trayectorias en otras localidades. Es natural que
padres y mentores se alejen de los núcleos donde se forjaron.
Triste y doloroso, pero el futuro
futbolístico local es muy oscuro. Sin dirigentes, sin proyecto, sin estructura
sólida es difícil avanzar. Qué pena.
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