martes, 3 de junio de 2014

RESCATAR EL REPORTAJE

Le pregunta Santiago Toste, en Diario de Avisos, al periodista y escritor madrileño, Javier Reverte, presente en la Feria del Libro de la capital tinerfeña, por la crisis del periodismo: ¿Es optimista con respecto al futuro de la profesión de aquí a unos años? La respuesta:


“Soy más bien pesimista. Y por una razón que no tiene que ver ni con las tecnologías ni con las crisis económicas, sino con la visión que poseen hoy los empresarios periodísticos. Se han olvidado del reportaje, que es la madre del periodismo: ir a un sitio, verlo y contarlo. Ya no hay historias en los periódicos, y sí todas las opiniones que queramos, como en las tabernas. Pero a mí no me interesa la opinión, sino que alguien me cuente una historia que desconozca”.

Coinciden algunas de estas apreciaciones con las expresadas en una entrada reciente publicada a raíz del fallecimiento de Gabriel García Márquez y en la que aludíamos a la importancia que el autor colombiano dedicaba al reportaje como género periodístico. El mítico Gabo glosaba esa importancia casi en términos de reivindicación en el curso de una aparición televisiva.

Reverte también echa de menos el reportaje en los periódicos de nuestros días. Editores y responsables de publicación, agobiados por las circunstancias y ante las penurias de las redacciones, como que se han desentendido, como que quieren salir del trance cotidiano sin cultivar y sin estimular ese género. Otrora, era una divisa, una señal indiscutida de la variedad de contenidos y una opción clara para que el autor pusiera a prueba su olfato y sus habilidades. Incluso las literarias.

Entonces, directores como Alfonso García-Ramos y Leopoldo Fernández pedían a los redactores que se esmerasen para elaborarlos a partir de una historia cualquiera, sencilla, o de un hecho más enjundioso. El todo era captar su interés y su sentido periodístico para publicarlos como una alternativa a la rutina de secciones. Fernández insistía mucho en una titulación sugerente para captar el interés del lector. Siguiendo sus enseñanzas, recordamos dos títulos que rubricamos en el decano de la prensa de Canarias y con los que optamos a premios de concursos periodísticos:

El hombre que deglutió noventa huevos, uno; y “Tomé un vaso de vino y me eché a llorar”, otro.

El escritor tinerfeño Rafael Yanes Mesa, doctor en Ciencias de la Información, firmó en Espéculo. Revista de estudios literarios, editada por la Universidad Complutense de Madrid, un interesantísimo trabajo en el que desglosa criterios para su análisis y clasificación y que encabezó de forma significativa: “El reportaje, texto aglutinador de distintos géneros periodísticos”. Así, distingue entre “preferentemente informativos” y “preferentemente interpretativos”; y diferencia entre los “explicativos y los dinámicos”.

Reverte, en su respuesta, quiere historias que desconoce. Bien contadas, con un relato bien secuenciado y estructurado, constituyen una pieza formidable para ganar la atención y la curiosidad de los lectores. Estamos ante un texto informativo que se presta a inclinaciones literarias y que se complementa con fotografías, ilustraciones, opiniones y comentarios.

Lástima que también haya sido víctima de la crisis. Pero aún se puede rescatar.



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