jueves, 24 de julio de 2014

PULSO Y BRILLANTEZ

La pasada edición de las Fiestas de Julio en el Puerto de la Cruz confirmó la tendencia positiva advertida el año anterior cuando desde la institución municipal se pusieron en marcha medidas correctoras para superar el desmadre y aquel desastre cívico -dicho sea sin exageraciones- que significaron las celebraciones de tres años consecutivos, de 2010 a 2012.


De la misma manera que dejamos testimonio escrito del malestar social que las fiestas habían despertado, del descontrol que se había apoderado de muchas celebraciones, especialmente las del martes de la embarcación, de aquellos aspectos negativos que amenazaban la esencia misma de las fechas, de la necesidad de innovar o suplir números para incentivar el interés de la ciudadanía, quede ahora constancia de la sensible mejoría advertida en estas dos últimas ediciones. Es como si se hubiera enderezado el rumbo.

Los responsables municipales y los propios colectivos intervinientes se percataron de que la cosa no podía seguir como iba, de modo que con cordura y diálogo, con decisión y ánimo de cumplir, han podido invertir las perniciosas tendencias y proporcionar un aire sano que ha de inspirar el espíritu cívico de participación y divertimento que ha de caracterizar toda celebración festiva.

Se cumple así lo dicho tantas veces: el éxito de una fiesta depende de lo que quieran y de lo que hagan sus propios protagonistas. Si corresponde al pueblo cultivar costumbres y tradiciones, tendrá que hacerlo con voluntad, respeto y madurez. Ello ha de influir en la programación, cualquiera que se haga. Si la participación se produce con civismo, tolerancia y ánimo constructivo, los resultados serán favorables y el contento se extenderá.

Es lo que ha ocurrido este año, con un reflejo que veremos en un documental, Humans, que será presentado en la asamblea general de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Y con una audiencia millonaria en cadenas televisivas de distintas partes del mundo. Tiene razón Isidoro Sánchez cuando ha escrito que el Puerto ha descubierto la embarcación de la Virgen como un gran reclamo promocional.

El martes del Carmen no lo es todo en las fiestas portuenses pero acaso sea lo principal, el termómetro que mide toda la temperatura de los festejos. De modo que ese día, todo lo que se haga allí, en el refugio pesquero y su entorno, en el trayecto procesional, debe ser cuidado con esmero y todos deben poner de su parte para que la celebración brille.

Pero también hay otros aspectos, otros números del programa que merecen ser atendidos. Siempre hemos abogado por incursionar, por dar salida a creatividades que, si son potenciadas, terminan consolidándose y constituyendo otro reclamo para la programación festera.

O sea, que por fin puede hablarse de unas fiestas que han dejado buen sabor, que se ha cumplido el principio de manifiestamente mejorables. Y de eso cabe congratularse. Los responsables que han sabido salir de la indiferencia y timonear las sensibilidades de la ciudadanía pueden sentirse satisfechos. El pueblo que ha querido sumarse a la participación activa y se ha divertido como cabe esperar, también está en condiciones de demostrar que sus fiestas han recobrado pulso y brillantez.

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