jueves, 28 de septiembre de 2017

VALORES EMPRESARIALES



Le preguntaban en cierta ocasión al magnate de negocios inglés Richard Branson, conocido por su marca Virgin, un grupo de más de trescientas sesenta empresas, cuál era su mayor motivación. Contestó:

-Seguir retándome a mí mismo. Veo la vida como una larga educación universitaria que nunca tuve. Todos los días estoy aprendiendo algo nuevo.

Emprendedor, aeronauta, empresario, inversor, productor de televisión y de cine, Branson, a los dieciséis años ya tenía sobre sus espaldas tres iniciativas empresariales. Le sonrió la suerte, pese a muchos claroscuros en la actividad discográfica. Su biografía es un dechado de aventuras en los negocios. En mayo pasado, su patrimonio superaba los cinco mil millones de dólares. Es la duodécima persona más rica del Reino Unido, según Forbes. Pero lo que nos interesa aquí y ahora es reflexionar brevemente sobre esas afirmaciones suyas: el reto permanente, asociar la vida a un proceso constante de formación, al aprendizaje diario.

Algunos empresarios tinerfeños, especialmente turísticos, tienen un perfil similar al de Richard Branson, salvando las distancias y el volumen de negocios, obviamente. Entiéndannos: hechos a sí mismos, audaces, motivados, capaces de incursionar en actividades productivas que les eran desconocidas y de no arrugarse si veían por tercer mes consecutivo números rojos en sus cuentas de explotación.

Algunos de ellos, felizmente jubilados aunque no se hayan ido del todo, asistieron un 29 de abril de 1977 a la firma del acta fundacional de la que se considera patronal hotelera tinerfeña en la que representantes de empresas y establecimientos de la isla, principalmente del norte insular, entonces boyante, se reunieron para constituir una nueva entidad empresarial con la que promover y defender los intereses profesionales de sus asociados y trabajar por el futuro del sector turístico, erigido ya en el principal de la productividad económica de las islas.

Esa entidad, la Asociación Hotelera y Extrahotelera de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro (ASHOTEL), está cumpliendo cuarenta años. Y hay que congratularse. No es una asociación cualquiera, con más de doscientos cuarenta establecimientos registrados en las dos modalidades y con casi noventa y dos mil camas turísticas.

A lo largo de estos cuarenta años, ASHOTEL ha ido amasando y fortaleciendo un liderazgo hasta convertirse en una de las referencias indispensables en el sector. En una declaración de intenciones, la patronal turística confía en continuar y mejorar su trabajo, además de enriquecer, en pro del turismo, los vínculos con otros agentes institucionales, políticos y sociales.

En la fecha de fundación, los promotores debieron ser conscientes de que el crecimiento era imparable, de que el turismo dejaba de ser la industria sin chimeneas para convertirse en abanderado del sector terciario o servicios, de que se avecinaban cambios en todos los aspectos y de que, por consiguiente, era necesario empezar a vertebrarse y funcionar con criterios ajustados a las exigencias y a los avances de los tiempos. Sin ir más lejos, los convenios colectivos a los que hubo que hacer frente, apenas consagradas las libertades políticas y sindicales. Y otro más: hoy mismo estamos conmemorando el Día Mundial del Turismo Sostenible. Entre uno y otro hito, multitud de episodios, de nuevas normas, de eclosión de destinos, de aparición de productos, la cualificación, la captación de mercados, le feroz competencia y la dificilísima competitividad, las nuevas marcas, las ferias promocionales, los intercambios, la excelencia y hasta los lobbies. De profesionales y amigos a los que hubo que decir adiós: es justo que nos acordemos de ellos y valoremos su contribución.

Desde los comienzos, cuando era palpable el voluntarismo, también contrastado entre los promotores que luchaban contra el estigma de enriquecerse demasiado pronto, y a través de su propia estructura profesional y organizativa, Ashotel empezó colaborando con instituciones y entidades públicas y privadas, además de participar en múltiples iniciativas y proyectos en los que siempre se ha involucrado. No solo ha mantenido ese espíritu sino que lo ha fortalecido a lo largo de estas cuatro décadas, sin perder de vista que el objetivo final es conseguir un sector turístico más competitivo, especializado y sostenible, capaz de ofrecer herramientas y soluciones prácticas a las pequeñas, medianas y microempresas del sector.

De aquellos primeros tiempos, siempre recordaremos a Juan Cólogan, primer presidente. Y a quienes le sucedieron, por supuesto: Felipe Machado, Guillermo Braun, Pedro Luis Cobiella, José Fernando Cabrera y ahora, Jorge Marichal. Todos, con sus equipos directivos, con sus respectivos gerentes, hicieron cuanto estuvo a su alcance para consolidar y modernizar la organización.

Estamos de celebración y cuando Canarias se ha convertido en la puerta de entrada de casi doce millones de turistas anuales, es obligado tener presente que, en el modelo actual, las empresas son una realidad en nuestro entorno más próximo, si bien, a poco que reparemos en ellas descubriremos que no todas son iguales. Unas tienen mayor dimensión que otras, desarrollan distintos tipos de actividad, operan en mercados geográficos diferentes y hasta adoptan diversas formas jurídicas. 

La mayoría de las empresas son el resultado de la inquietud, de la iniciativa o, por qué no, de la personalidad de una o varias personas que conocemos como empresarios y que, consecuentemente, desempeñan un claro papel dinamizador en la economía.

Esos empresarios -no sobra recordarlo- deben tener muy presente el capital humano de su centro: los profesionales, los trabajadores, los empleados. Sin su aportación, sin su motivación, sin su compromiso, no hay avances ni cualificación que registrar. En esta fecha, es positivo insistir en la formación personal y en la innovación tecnológica como elementos clave de cualquier éxito de producción futura. Los empresarios han de ser sensibles, observadores, estar atentos a sus necesidades y a su estabilidad en pos de un satisfactorio rendimiento individual y colectivo.

Entre los diversos análisis de los perfiles del empresariado, destaca el dedicado al profesor austro-norteamericano Joseph Alois Schumpeter, ministro de Finanzas en Austria y profesor de la Universidad de Harvard,  quien resaltó que “el papel del empresario es la innovación, esto es, identificar y realizar nuevas  posibilidades o combinaciones en la actividad económica”.

Otro es el que se refiere al economista estadounidense Frank Heyneman Knight, en las primeras décadas del pasado siglo, para quien la asunción del riesgo es la característica principal del empresario, si bien este enfoque considera la existencia de un riesgo de carácter técnico y económico. El primero,  comprensible por llevar a cabo, efectivamente, la producción esperada, que los productos se terminen y en las condiciones esperadas por el mercado. El segundo, explicativo de la incertidumbre asumida de que los ingresos recibidos al final del proceso superen los costes tenidos para asegurar unas rentas a los agentes del sistema. Sin embargo, parte de este riesgo lo asume el accionista. Es por ello que Knight habla de dos actividades diferentes: la del empresario que asume el riesgo y escoge al que dirige; y la del director, que da las órdenes y desempeña la función organizadora.

En conclusión, el papel del empresario en la economía actual ha cobrado una gran importancia en cuanto que es evidente que el entorno, desde principios de los años 70, ha adquirido una elevada dosis de turbulencia, siendo esenciales funciones de conexión de la empresa con su medio ambiente y convirtiéndose en primordial la adaptación de esta al entorno para asegurar su supervivencia. 


Dicho de otra manera, los empresarios en la actualidad han de ser auténticos líderes, es decir, han de presentar una cierta capacidad de liderazgo (capacidad de influir en los demás más de lo que estos influyen en uno mismo). Ello se debe a la necesidad de que otras personas les secunden en pos de unos objetivos globales, lo que en ningún caso puede sustentarse solamente por la posición jerárquica que ocupen en la empresa. El doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, profesor Bueno Campos,  confirma esta postura al exponer que posiblemente sea la capacidad de liderazgo lo que defina el papel del empresario en nuestros días.

ASHOTEL, pues, cumple cuarenta años en una fase de bonanza ya prolongada. Hay que congratularse sin recrearse -creemos- en el triunfalismo sino siendo conscientes de las limitaciones territoriales, de la sostenibilidad y de que la capacidad de carga tiene un límite que exige un pacto o un gran acuerdo político público-privado para alargar ese ciclo. Los registros boyantes y los proyectos sectoriales innovadores no se detienen con tal seguir captando mercados. Pero la cuestión es solo de números, de estadísticas. Lo es también de saber administrar los recursos y dar los pasos adecuados.

Hace unas pocas semanas, el presidente de la entidad apelaba a la unidad interpretando que este concepto aglutinaba afanes, a veces costosos, de iniciativas insulares distintas y ha servido para superar obstáculos.

Claro que los hay, los sigue habiendo. Luego es cuestión de refrescar el espíritu fundacional y hacer como Richard Branson: retarse a sí mismos, hacer un examen positivo de la experiencia y perseverar en la formación, incluso diariamente.

Si el presente es exitoso, cabe expresar felicitaciones y desear un próspero porvenir.

N. del A.- Texto leído en el curso del acto convocado por el CIT de Icod de los Vinos, en el Parque del Drago, conmemorativo del Día Mundial del Turismo y como homenaje a ASHOTEL con motivo de su 40 aniversario.

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