sábado, 12 de octubre de 2019

ACERVO

Diecinueve obras integran Acervo, una exposición retrospectiva de los fondos pictóricos del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), programada en los actos conmemorativos del Día de la Hispanidad (12 de octubre) que anoche culminaban en el Castillo San Felipe con la performance del escritor Alexis Ravelo y del músico Ismael Perera en torno a “Los crímenes de Agustín Espinosa”, otra contribución, por cierto, al Día de las Letras Canarias, declarado en su momento por el Gobierno autónomo (¿Hay alguna entidad que haya hecho más en este año espinosiano?).
La apertura de Acervo sirvió para reivindicar, por enésima vez, una sede apropiada que albergue la riquísima pinacoteca del IEHC. Tanto Ruth Pérez, comisaria de la exposición, que intervino con un video, como el profesor Nicolás Rodríguez Munzenmaier, directivo y ex presidente de la entidad, valoraron la importancia de los testimonios artísticos y las expresiones de los autores que han proyectado su obra y a los que se pedía un cuadro o una escultura a la terminación.
Son la historia misma del Instituto, rescatada parcialmente cuando programan estas exposiciones y reveladora de la necesidad de contar con un espacio apropiado para apreciar su inmenso valor. Rodríguez no se ha cansado de pedir esa sede y cuando pondera los esfuerzos hechos para la conservación y clasificación de esos recursos, propiedad del IEHC, no puede por menos que seguir aguardando con esperanza los resultados de gestiones encaminadas a disponer, por fin, de un recinto museal o similar que acoja esa historia y dignifique la aportación de tantos autores locales, canarios, españoles y extranjeros que han dejado su firma en la entidad portuense.
Imposible destacar un cuadro sobre los demás en esta colección. Desde la Acuarela, de Jesús Ortiz (1961) a La mujer de Lot, de Jesús Torres (2012), pasando por una de autor no identificado, obras de distintos estilos y distintas técnicas permiten contemplar una atrayente serie pictórica. La siempreviva de Capablanca, de Antonio Rodríguez (2015); Carnaval, de Francisco Oliver (1979); La casa de la Aduana, de Manuel Sánchez Rodríguez (2018); Hossein Ghavanedy (2016), Francisco Borges Salas (2016), José Darias (1995), Jesús Dorta (1997); Chío, de Lambert van Bommel (2014); Alexei Dvorak (2006),; Jardines del mar, de Rufina Santana (2003); Muchacha con talla, de José Morales Clavijo (1962); Jacques Tiercelier (1972), Composición, de Heide Poetzl (1968); Paisaje, de Eduardo Pérez (1977); Mandylow, de Tomás Estévez López (2008) y Rocae, de María Rosario Campos (1961).
Rodríguez apuntó que pudo haberse editado un díptico con la referencia catalogada de la seleccción y la comisaria, Ruth Pérez Ruiz, confesaba que, pese a traspasar diariamente la puerta del Instituto, “no tenía ni idea de lo que se guardaba dentro”. Y fue aquí donde conoció el legado artístico y cultural que sus fondos ofrecían, “verdaderas obras de arte con las que te encuentras un día inventariando y piensas: ¿cuánto hará que esta pieza no la disfruta nadie; qué bonito, ¿quién será el autor?, cuando lo pintaron, yo aún ni había nacido”.
Perez Ruiz admite que todas esas sensaciones hicieron que un día se planteara “generar una muestra poniendo en diálogo las diferentes obras que aquí se encuentran, los diferentes autores, técnicas, tamaños, soportes y fechas, una amalgama que he querido cohesionar por medio de un concepto para darles cabida en esta exposición”.
Es el Acervo, la historia viva de la institución.

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