martes, 11 de febrero de 2020

UN BLOQUEO DE 500 DÍAS


El lamento del gerente de la editorial el periódico se leyó como un chasquido doloroso:
Seremos el único país del mundo que no tendría un periódico impreso”, dijo Ernesto Juárez, portavoz del histórico periódico nicaragüense La Prensa, fundado en 1926. La situación era ya tan insostenible que el 27 de enero pasado solo tenía una opción: la inserción de un editorial, titulado “¡Dictadura estrangula a La Prensa!”, en el que advertía de la inminente desaparición después haber soportado más de quinientos días de bloqueo aduanero de papel y tinta impuesto por el Gobierno sandinista de Daniel Ortega.
Los efectos del editorial se hicieron notar de inmediato, de modo que el nuncio apostólico, interlocutor único entre el Gobierno, la oposición y la sociedad civil de Nicaragua, tomó la iniciativa y comenzaron unas negociaciones para que el embargo aduanero fuese levantado “ya que viola la libertad de expresión y el libre acceso a la información de todos los nicaragüenses”, según publicó el periódico en su edición digital. Dos intentos anteriores de conversaciones para superar la crisis sociopolítica del país, palpable desde abril de 2018, fracasaron estrepitosamente con monseñor Waldemar Sommertag como testigo.
Pero pensemos por n momento en el grado de resistencia de la editorial de La Prensa. Quinientos días y unas cuantas noches que seguramente aún siguen contando profesionales y trabajadores, muchos de los cuales perdieron sus empleos. Sin papel y sin tinta, sin materias primas ni suministros, salir cada mañana fue algo más que una cuestión de supervivencia. Mucho mérito tiene hacer periodismo y trabajar en su proceso de producción en esas condiciones. El término estrangula, desde luego, no es exagerado.
El Gobierno de Ortega hostigó duramente a la prensa independiente, que denunció graves violaciones de derechos humanos y persecuciones por parte de militares, policías y paramilitares, a las que se sumaron el saqueo y las confiscaciones de otros medios de comunicación, el apresamiento de varios periodistas y el exilio 'obligado' de decenas de profesionales. En medio de masivas protestas sociales, a punto de perecer por asfixia, la rotativa de La Prensa se detuvo en octubre del pasado año.
Las primeras informaciones que circularon, procedentes de fuentes gubernamentales, fueron recibidas con división de opiniones. Hay contento pero sin alborozo: las relaciones siguen muy deterioradas y pocos creen en una solución estable y duradera. Las heridas deben ser muy crudas como para que cicatricen sobre la marcha. Las dudas están afincadas en la sociedad nicaragüense. De hecho, el levantamiento del embargo queda supeditado al pago de deudas pendientes. Es fácil deducir que cuando un régimen totalitario se propone un cierre o una sanción de este tipo, con tal silenciar, intimidar y callar, si dispone de recursos, lo querrá prolongar como sea para seguir sintiéndose cómodo. Y campando a sus anchas. El ejemplo: el Gobierno anunció la liberación de más de noventa toneladas de papel prensa, tinta, plancha y otros insumos, pero la condicionó al abono de una deuda que medios como La Prensa no generó, sino que era debida a la retención de esos materiales, bloqueados en la aduana general.
Pero, al cabo de quinientos días, la voz del pueblo, a duras penas, se sigue escuchando. Las dictaduras siguen sin enterarse de que nada es para siempre. Y que quien resiste, gana.

1 comentario:

zoilolobo dijo...

¡Qué pena!, con la esperanza que uno vivió el triunfo de la revolución nicaragüense para llegar a esto; para que Daniel Ortega se convirtiera poco menos que en un nuevo dictador.