Hoy cesa en la alcaldía de San Juan de la Rambla su titular, Fidela Velázquez. El pleno tomará conocimiento de la incompatibilidad sobrevenida con lo dispuesto en la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), a raíz de una sentencia judicial que la condena por prevaricación administrativa a ocho años, seis meses y un día de inhabilitación especial. Le sustituye Jesús Ezequiel Domínguez González, que iba el número 4 en la candidatura del Partido Socialista (PSOE). Ahora, cuando se complete el trámite administrativo previo, habrá que elegir alcalde, naturalmente.
Es llamativo este caso del municipio norteño. Primero, porque los hechos y las circunstancias que concurren son merecedores de que los estudiosos del derecho investiguen y examinen lo ocurrido, un auténtico galimatías jurídico en el que da hasta la impresión de que algunos operadores se han inhibido. Solo el despacho Montero Aramburu, en asesoramiento a Velázquez, parece haber entrado en el fondo de la cuestión para concluir que se trataba de una indemnización contractual, causa que, según su interpretación, exculpaba a la ya ex alcaldesa de los cargos que se le imputaban. No olvidemos que contra la sentencia caben recursos distintos (contencioso en el caso de derechos fundamentales), por lo que se podrá escribir e interpretar más de una controversia que ha dado mucho que hablar. Y ya puestos, hasta se puede cuestionar que el pleno de la corporación sea competente para plantear la incompatibilidad sobrevenida. Muchas horas de estudio, muchas resoluciones y muchos folios han requerido un caso donde el litigio es de lo más enrevesado, confirmando (sic) el viejo dicho popular ‘pueblo chico, infierno grande’.
En segundo lugar, porque el comportamiento político de quien ha sido alcaldesa durante tres mandatos, incompletos eso sí, ha sido ejemplar desde el punto de vista democrático. Hace unos años, en abril de 2009, publicamos una entrada titulada “Resiste Fidela, resiste”, en la que glosábamos sus cualidades en medio de la fijación que algunos la dispensaban con claro ánimo de desprestigiarla: “Fidela es una demócrata convencida y practicante. Por eso –escribíamos- ha sabido ganarse el respeto y la estima de quienes la vemos aguantar estoicamente, en silencio, con auténtico espíritu feminista. Ante las incomprensiones y los reveses, la concejala ramblera se ha propuesto, sencillamente, llevar cordura a los plenos de su Ayuntamiento y transmitir a sus vecinos un planteamiento de sosiego tan necesario para apaciguar ánimos y desarmar a quienes insultan y denigran”.
Si largo y tortuoso fue el camino hasta acceder a la alcaldía (2011), en la que se mantuvo hasta una disparatada censura (2013) y recuperarla en 2015, no menos esgrima, tolerancia y cintura política tuvo que exhibir para dotar de estabilidad a la corporación y a un municipio polarizado en la isla como pocos. Ahora ha lucido parecidas virtudes para gestionar con eficacia y normalizar un tránsito desde que se tuvo conocimiento de la resolución judicial que la inhabilita. Una veterana no se iba a arrugar tan fácilmente: aún se recuerda cuando superó en los juzgados las trabas que ponían a su empadronamiento, allá por 1999. Esa tenacidad y su nobleza le valieron para ganar la confianza de muchos habitantes de La Rambla, aunque no los suficientes para obtener la mayoría en el gobierno.
Resistió, vaya que sí, porque es una demócrata convencida y practicante. Hasta la manera de despedirse de la alcaldía ha sido modélica. Tiene ahora por delante la opción de recopilar sus memorias sin ánimo revanchista, solo para que se conozca, de primera persona, su entereza, su habilidad y su entrega para sortear tantas adversidades. Porque la experiencia ha sido única, desde luego. Y en los infiernos grandes, vale lo suyo.
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