Siempre ha sido el Puerto de la Cruz un pueblo dado a poner nombretes o motes y a extraer de algunas situaciones o personajes peculiares términos definitorios que se popularizan a velocidad de vértigo y terminan calando en el el lenguaje coloquial. “Y nosotros los del Puerto, que tenemos más chaveta...·”, decían las estrofas de un dicho popular, cocido entre escolares, que se mofaba de alguna docente.
El último ejemplo lo tenemos en un andamiaje de obra que desde hace meses -puede que años- “luce” en la calle San Juan, una de las más céntricas de la ciudad, en la trasera del derruido parque San Francisco y que, emulando una pasarela, une el solar del desaparecido recinto con un antiguo hotel, cerrado por cierto también desde hace años.
Lo han bautizado como “El puente sobre el río Kwai’, como aquella célebre película británica de 1957, del género épico-bélico, dirigida por David Lean, ganadora de siete Oscar y con William Holden, sir Alec Guinness, Jack Hawkins y Sessue Hayakawa en los papeles principales. El andamio entremezcla hierros, madera y tela metálica. Se supone que forma parte de la licencia de obras y ha sido concebido como uno de los elementos indispensables para su ejecución.
El “puente” -vamos, la pasarela- ya convertido/a en mamotreto es una estampa de la geografía urbana portuense. Seguro que no la concibieron para que se prolongase en el tiempo pero ahí está viéndolo pasar, condicionando para mal la actividad turística y comercial de la zona, constituyendo un adefesio urbano y urbanístico y representando un serio obstáculo para el trayecto procesional que unas cuatro o cinco veces al año discurre por esa vía, de manera que ha sido modificado irremisiblemente.
Que la estampa, por prolongada, no es edificante, lo acepta cualquier portuense. Y cualquier viandante. Representa una suerte de parálisis o de abandono que es indicativa de estancamiento, de carencia de iniciativa para impulsar una solución y transparentarla.
No se sabe cuánto tiempo más el “puente” -no sobre el río, sino sobre la calle que en su día era conocida popularmente como “de las tiendas”- permanecerá y seguirá siendo parte de la geografía urbana local. Quizá algún día -no se sabe de qué año- las procesiones religiosas recuperarán su trayecto de toda la vida. Seguro que el impacto negativo que ya han recogido miles de fotografías, justo en un ángulo del que es difícil evitar la recoleta y siempre acogedora plaza del Doctor Víctor Pérez, plasmará otra realidad física, se supone que más atractiva. Pero ¿cuándo?
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