Con una conclusión muy clara, dos conmemoraciones
recientes han servido para remarcar la importancia del periodismo en nuestros
días. Se trata del Día Mundial de las Noticias y el Día Internacional de Acceso
Universal a la Información. La conclusión, establecida por David Walmsley,
presidente del Foro Mundial de Editores; y Tawfik Jelassi, subdirector general
de la UNESCO para Comunicación e Información, advierte que si perdemos nuestro
derecho de acceso a la información y si el periodismo independiente se ve
privado de la capacidad para informar de los hechos, “nuestros derechos y
nuestras democracias podrían desaparecer por completo”.
El acceso a la información es un derecho humano que
nos capacita para tomar decisiones informadas, participar
en procesos democráticos y exigir la rendición de cuentas de nuestros lideres.
También resulta crucial para la supervivencia en una gran variedad de
situaciones.
En el contexto de un desastre natural -estiman Walmsley y
Jelassi-, la información oportuna sobre las rutas de evacuación, los refugios y
las condiciones meteorológicas puede marcar la diferencia entre la vida y la
muerte. En emergencias de salud pública, como se observó durante la pandemia de
COVID-19, la información precisa sobre los síntomas, los métodos de prevención
y las diversas opciones de tratamiento ayuda a las personas a protegerse a sí
mismas y a los demás. Asimismo, en zonas de conflicto, es vital saber sobre las
zonas seguras y las formas de acceder a la ayuda humanitaria.
Según su testimonio, actualmente, ciento treinta y nueve
países cuentan con marcos legales de acceso a la información y el 90 % de la
población mundial reside en un país donde este derecho está consagrado en ley. Hace
tan solo treinta años, menos de veinte países formaban parte de este grupo. En
efecto, datos de la UNESCO indican que en 2022 se procesaron 3,5
millones de solicitudes de información pública, y en 2024 esa cifra aumentó a
6,7 millones, lo cual es una clara señal de que la gente
demanda transparencia. El número global de solicitudes de información está en
aumento con la llegada de soluciones digitales que facilitan su procesamiento.
Sin embargo, persisten importantes brechas en algunas regiones
del mundo, como se encargan de recordarnos el presidente Walmsley y el
subdirectyor general Jelassi, en África, los datos recopilados
en 2024 por el Centro Africano para la Libertad de Información revelan que
veintinueve de los cincuenta y cinco países de la región cuentan con marcos
legales de acceso a la información, pero su implementación a menudo es deficiente.
La UNESCO ayudó a establecer la Red Africana de Comisionados de la Información
(ANIC, en inglés), que permite a los organismos garantes del continente
comunicarse de manera regular sobre las formas más efectivas de implementar y
hacer cumplir las leyes de acceso a la información, y contribuye a elevar el
perfil de este derecho en los foros de derechos humanos del continente.
Debemos valorar, por consiguiente, que el acceso a la
información pública es un recurso valioso para el periodismo, y además es un
vector esencial para que la ciudadanía acceda a la información. El
periodismo ha sido siempre un puente clave entre los gobiernos y la ciudadanía.
Tengamos en cuenta que cuando la función pública guarda
silencio, el periodismo investiga; verifica la información y comunica al
público lo que realmente está sucediendo. El periodismo no es solo un
trabajo, es un bien público. Detrás de cada noticia
importante hay alguien que formula preguntas difíciles. Las y los periodistas
utilizan regularmente las leyes de acceso a la información para llevar a cabo
sus investigaciones y develar historias que propician cambios significativos. No
obstante, el problema de este crucial mecanismo democrático es que se encuentra
cada vez más amenazado. El periodismo se enfrenta a
la violencia, la censura y el acoso en línea. En 2024, el
70 % de los periodistas que respondieron a una encuesta
global de la UNESCO afirmaron haber sufrido ataques que iban desde el acoso en
línea hasta amenazas legales y violencia física durante la cobertura de
cuestiones medioambientales. Las redacciones independientes están siendo
asfixiadas financieramente. La desinformación satura nuestros canales, a menudo
propagándose más rápido que los hechos. La niebla de las mentiras se vuelve más
densa, mientras que la confianza en la verdad se desvanece.
Por ejemplo, esto lo observamos en cuestiones relacionadas con
el cambio climático. Este fenómeno llevó a la Corte Internacional de Justicia y
a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a reconocer que el acceso a la
información ambiental es esencial para abordar este problema: no se puede
proteger lo que no se puede ver o comprender.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Podemos instar a nuestros gobiernos a que apoyen el
periodismo de calidad respaldando a los medios de
comunicación independientes y aplicando plenamente las leyes de acceso a la
información. Y podemos denunciar la desinformación tan pronto como la
detectemos, e instar a los políticos, a las plataformas digitales y a las empresas
de inteligencia artificial a que rindan cuentas.
En síntesis, el acceso a la información no es una amenaza, sino
una oportunidad para nuestras sociedades. Hoy y cada día, debemos defender
-palabra de Walmsley y Jelassi- nuestro
derecho a saber.
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