Salí el miércoles por la mañana en busca del primer número de Público, el nuevo periódico que dirige Ignacio Escolar.
Entre los afanes coleccionistas de uno, figura la manía de hacerse con los números uno de un producto nuevo, especialmente los periodísticos o los relacionados con la comunicación.
Y ahí están, diseminados, en cajas y estantes, a la espera de que algún día se disponga de tiempo y espacio para ordenarlos, clasificarlos y quien sabe si exhibirlos.
Desde el primer tomo de la colección Salvat, a revistas tales como Mundo Joven, Discóbolo, Don Balón, Barrabás, Personas, La Calle, Tiempo…Y hasta algún título canario, como Sansofé o El Puntal y El Burgado. Últimamente, la versión canario-argentina de El Gráfico.
Hablando de Argentina: entre esos ejemplares tan preciados, conservo, enmarcado en cuero, el primer número de Clarín cuya sección deportiva, por cierto, es de obligada consulta si se quiere entender el periodismo deportivo hecho literatura.
Salí expectante, con la misma curiosidad de siempre, hasta con cierta ansiedad. Debe ser la sangre vocacional.
Es saludable siempre la aparición de un nuevo rotativo. Es un síntoma de la vitalidad de una sociedad que demanda información. Habrá quien hable de saturación -sin que le falte parte de razón- pero es más llamativo que surja en plena eclosión de los diarios digitales y de la puja ilimitada en Internet de nuevas modalidades de comunicación.
Los números uno suelen ser -tienen que ser- una declaración de intenciones. Anticipos de identidad, avances de tratamiento y posiciones lo más nítidas posible fijadas en piezas editoriales. Y hasta en artículos de opinión.
Se guardan como recuerdo pero también para comprobar, con el paso del tiempo, si responden a los propósitos que inspiraron el producto. Y qué otros cambios, además de la alopecia y las canas, han experimentado.
A Público, suerte y larga vida.
jueves, 27 de septiembre de 2007
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