A ver qué aportan de
novedad en el ámbito del comercio las ofertas programáticas de los partidos
políticos del Puerto de la Cruz que concurren en las próximas elecciones.
Porque si el sector turismo se resiente, el comercial sigue notando los efectos
de una crisis que no tiene final y tiñe de negro cualquier horizonte futuro.
Baste comprobar la cantidad de locales cerrados y la práctica desaparición de
algunos pequeños núcleos comerciales, localizados en calles más o menos
céntricas.
Hemos dicho partidos políticos pero también cabe preguntar
hasta dónde está dispuesto a implicarse en la búsqueda de soluciones el propio
sector comercial que no ha destacado en los últimos tiempos, salvo honrosas
excepciones, por su capacidad de iniciativa e innovación.
No basta, en todo caso, con seguir lamentándose. Cierto que
las grandes superficies han hecho mucho daño y han propiciado cambios
sustantivos en los hábitos de consumo pero hay que hacer frente a esos
fenómenos con imaginación y riesgo, con algo más que voluntarismos, zonas
abiertas y mercadillos ocasionales, válidos si se quiere para producir un
reclamo en determinadas fechas o por algún motivo concreto. Es llamativo que la
fórmula de centros comerciales -alguno muy atractivo- no haya cuajado nunca en
la ciudad y los potenciales usuarios, o sea, la clientela local haya preferido
desplazarse a otros puntos -cuando menos, aumentando el gasto en combustible-
para llevar a cabo sus compras. Si es para un artículo que no se encuentra en
los establecimientos del Puerto, bien; se entiende. Pero disponiéndolo, cuesta
aceptar que se busque en otro sitio.
La actividad comercial precisa de incentivos, está claro.
Hay que propiciarlos hasta generar una dinámica positiva que desemboque en
producir una marca y una plaza comercial a la que se acude de la misma forma
que se va habitualmente a un sitio que destaque por otras razones o disponga de
una oferta suficientemente atractiva.
De modo que administración y sector privado tienen que
entenderse. La primera -según el modelo que, finalmente, con el más amplio
consenso, se acepte- debe crear las condiciones adecuadas, desde la
racionalidad de las directrices de un Plan de General de Ordenación y de
aquellos otros sectoriales que favorezcan el impulso y la consolidación de sectores
económicos productivos. Aquí entra en juego hasta la creación de empleo. Y la
iniciativa privada debe moverse, arriesgar, especializarse, cuidar sus propios
activos, que los tiene, sin duda. No esperar a que lo den todo hecho: esos
tiempos ya son historia.
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