Las máquinas de la
piscina deportiva municipal del Puerto de la Cruz reventaron del todo y han dejado el recinto
totalmente inutilizado. Los usuarios, con sus prácticas a otra parte. Habrá que
partir de cero, esto es, instalar una nuevas. El gobierno local, muy en su
línea, no ha sido muy explícito que digamos en cuanto a las causas, las
repercusiones y las alternativas pero, bueno, habrá que confiar en que operen
cuanto antes para que la instalación recobre la normalidad. Cabe preguntarse
qué hubiera sucedido en caso de que el C.N. Martiánez estuviera aún compitiendo
en la División de Honor del waterpolo español.
Parece ser, de acuerdo con alguna
información periodística, que el primer auxilio provendrá del Cabildo Insular
de Tenerife, confirmando así que la ciudad casi depende de esa institución para
la ejecución de algunas actuaciones y las soluciones de emergencia.
En cualquier caso, lo ocurrido
teóricamente debería servir para acometer un dotacional estructural serio,
sólido y sostenible. Claro que el Ayuntamiento no está en condiciones
económico-financieras de afrontarlo. Y lo peor es que las prioridades (calle
Tegueste, por ejemplo) se van amontonando. Pero no puede perder más tiempo sin
encargar un proyecto que empezar a mover allí donde sea preciso.
Un proyecto que no sea un parche, por
cierto, siempre y cuando el recinto localizado entre el campo El Peñón y el
Castillo San Felipe no esté afectado por planeamientos urbanísticos. Se trata
de planificar bien sobre lo disponible, con visión de futuro en cuanto a usos y
explotación. Por ejemplo, aunque se perdería el siempre natural encanto del
aire libre, que piensen en si es viable hacer un cerramiento, techar las
piscinas. Porque ahora no es solo adquirir maquinaria moderna y flamante, de
aceptables costos de mantenimiento, sino modernizar la edificación preexistente
para usos complementarios (Ya que hablamos de mantenimiento, por cierto: que la
cuiden, por cierto, que funcione bajo control y cuidado).
Y en ese sentido, claro está, que vayan
pensando en el modelo de explotación de las instalaciones. Los responsables del
gobierno local tienen que ponerse en eso. Los usuarios deben exigir conforme a
las prestaciones pero también contribuir a su mantenimiento. En otros
municipios lo han hecho, la gente toma conciencia y la cosa funciona con
estimable regularidad. ¿Por qué en el Puerto no? Y queda margen, en ese
pretendido modelo de gestión, para realizar una oferta atractiva a deportistas
y colectivos extranjeros que pasan el invierno por estos lares en busca de
bondades climáticas y no perder el ritmo y la forma.
Es el momento. Iniciativa, voluntad
política, racionalidad, operatividad… Es la secuencia requerida. El tiempo
apremia. No puede ser que la piscina
deportiva prolongue su práctico cierre por falta de máquinas. No puede ser que
la instalación engrose las dotaciones municipales obsoletas infrautilizadas o
indisponibles por desperfectos, insuficiencias y similares, acentuando la
imagen de decadencia.
Que a pesar de todo ello, aún salgan
deportistas destacados en el Puerto es milagroso.
Anden, a por las soluciones ya.
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