miércoles, 23 de marzo de 2016

EN EL CORAZÓN DE EUROPA

Las imágenes, las fotos, vomitan sangre, dolor e impotencia. Es lo que quiere la barbarie. ¿Qué más se puede decir? Los testimonios, especialmente los de paisanos, son espeluznantes. Parece increíble pero ayer tarde, cuentan, Bruselas era una ciudad fantasma. Ciudad fantasma la capital de Europa. Vivir para ver. Lo esperaban, sí; pero se comprueba una vez más que el terror serpentea lo indecible hasta sortear todos los controles. El fundamentalismo juega al todo o nada. La ciudadanía sufre, la Unión sufre, el mundo se indigna... Víctimas inocentes, ignorantes o ajenas a esta guerra que azota ni más ni menos que el siglo XXI. 
Horror, matanza, pánico... El corazón de Europa se ha visto sacudido por la acción de quienes no entienden otra cosa que las derivadas de su fanatismo. Y en el fragor del caos, en medio de las apelaciones a la unidad, una primera conclusión: ¿son válidas las respuestas militares y policiales?
Lo ocurrido, lo que puede volver a suceder, exige otro tipo de actuaciones que pasa por planteamientos y medidas comunes. Si la Unión fue creada con fines claramente solidarios, ahora hay que acreditarlo, con un compromiso vinculante y con aportaciones de todos los Estados componentes. 
La amenaza está latente, luego es primordial responder con voluntad política indubitada y eficacia en todos los órdenes donde se desplieguen las actuaciones que sea indispensable afrontar. 
 

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