martes, 29 de marzo de 2016

EN LENGUAS DEL PUERTO TE VEAS



En septiembre de 1988, siendo presidente Manuel López García, el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), editó una publicación titulada La Tertulia de los Iriarte. Era el número 1 que comprendía los meses de enero-julio de ese año. Fue una iniciativa interesante, aunque no tuvo continuidad. En aquel número 1 se incluía un texto de quien suscribe, titulado “En lenguas del Puerto te veas”. Entonces, no había dispositivos móviles ni blogs ni redes sociales y ya hablábamos de “popularizar la idea”. Hemos rescatado ese texto del desordenado archivo personal y lo reproducimos sin otro ánimo que el de apreciar las similitudes o las conexiones con las actuales formas de comunicación y difusión.
Escribíamos entonces:
“En lenguas del Puerto te veas”, dice la voz popular, acaso en la sentencia más acertada que jamás pudo imaginar. Porque otra cosa, no; pero pueblo de habladores, nadie puede negarlo. De ahí que no se extrañe el rescate de las tertulias de los Iriarte, se diría que una auténtica necesidad de compartir unas horas de conversación, de contrastar ideas, de indagar en asuntos cuya dimensión puede ser más justa si se hace este sano ejercicio de hablar y de escuchar.
         “No es una figura decimonónica la tertulia. Al menos si se la plantea con ese aire constructivo que significa la consecución de un triple objetivo: formarse, informarse y opinar. En este sentido, a poco que se repase la trayectoria de las celebradas hasta la fecha –por cierto, hay que lograr la continuidad y el hábito, basamentos fundamentales de una iniciativa de estas características- diríase que es una feliz idea rescatada.
         “Idea que hay que popularizar, por lo demás. De ahí, el dicho con el que arrancaba esa impresión, hecha al calor de una participación activa y más que eso, de una defensa a ultranza de la posibilidad de expresarse. Más allá de tentaciones trascendentalistas, bueno será que no se interpreten las tertulias como el coto cerrado de unos pocos intelectuales a los que gusta escucharse o como una tribuna desde la que pontificar. Hay que hacer que las lenguas del Puerto hablen también de las tertulias de los Iriarte. Más a lo fino: crear estado de opinión, convertirlas en un auténtico foro participativo que se haga respetar y que, con el paso del tiempo, adquiera el suficiente peso específico como para lograr que los asuntos, sean de la naturaleza que sean, encuentren allí un tratamiento adecuado y que se proyecte a la sociedad con el empaque y la autoridad que el propio nombre/apellido de la idea y la institución que la acoge sean capaces de imprimir.
         “Quién sabe si hasta evoluciona el dicho popular y las viperinas se tornan en agudas, documentadas y competentes. A fin de cuentas, hemos estado durante tanto tiempo en silencio o en voz baja que mantener una tertulia puede significar hasta un pulso a esa crisis de las ideologías tan aireada en algunos medios. Un pueblo que hable y diga cosas será siempre un pueblo emprendedor. Y un pueblo emprendedor es capaz de renovarse y abrir nuevas vías.
         “La tertulia está viva y nos ha permitido adentrarnos en la historia, enriquecer el presente y hasta barruntar el futuro. Los cuatro ranilleros que hablan de ciencias y artes en la copla han dejado paso a otros muchos que desean algo más que un papel pasivo ante la realidad en la que se desenvuelven o ante la temática que les atrae. A esos otros muchos se han sumado contertulios y ponentes de otras latitudes que confieren a la iniciativa el imprescindible aire plural que distingue al Puerto de la Cruz, cuya efervescencia cultural del final de la década debe servir de catapulta para alcanzar el nuevo siglo con el sello de un emporio intelectual tan llamativo como el turístico.
         “Y la tertulia, en lenguas del Puerto te veas, ha de contribuir a ello decisivamente”.

1 comentario:

Magali Acosta dijo...

Qué bien te expresas, Salvador, tienes los genes intelectuales de tu abuela María. Has descrito exactamente cómo ha sido este Puerto siempre, especialmente cuando yo era una niña. Recuerdo las tertulias del Dinámico, sentados en círculo,mi padre, tu abuelo y demás ranilleros de este pueblo, bajo los árboles de nuestra plaza del Charco.¿ Porqué no fundas tú una en el Instituto de Estudios Hispánicos? No me gusta salir de noche pero a esas iría, sin dudarlo.
Saludos,
Magali