No
es el primero -ni será el último- de los programas televisivos que
retiran de la programación a las primeras de cambio, mejor dicho,
apenas hayan sido emitidas dos o tres entregas. Se trata de “Toma
partido”, una producción de Cuatro que
nació con la pretensión de disputar liderazgos de horarios a
espacios ya muy consolidados, como “El Intermedio” (La Sexta) o
“El Hormiguero” (Antena3TV). Antes,
entre otros, desaparecieron “Diario de Patricia”, “Cuestión de
tiempo” (La 1) y “El legado” (también de La 1).
Las
cadenas se esfuerzan en encontrar pero no hallan reclamos novedosos e
innovadores. En la durísima pugna por la audiencia, ensayan y
experimentan pero les resulta dificilísimo acertar. Acceder al
'prime time', donde ya hay productos que gozan de prestigio y han
sabido introducir variables que giren en torno a la personalidad de
sus conductores o presentadores, está siendo cada vez más costoso.
¿Agotada
la imaginación? ¿Todo inventado? Las respuestas tienen que ser
necesariamente negativas pero hay que acreditarlo con producciones
que sean capaces de enganchar, más allá de lo soez, lo chabacano,
lo reiterativo y lo
desabrido.
Es
lo que ocurrió con “Toma partido”, otro debate político. El
formato, muy sencillo: un presentador y cuatro periodistas
experimentados intercambiando criterios y opiniones. Un
apartado para el público, no solo el del estudio sino el que
estuviera en sus casas, una opción de interactuación -o eso se
pretendía- de trescientos sesenta grados. El
momento, decían sus mentores, era el más adecuado, con la
investidura de Sánchez como telón de fondo. Ni
siquiera el tratamiento de la actualidad del día y la solvencia de
su moderador, Miguel Ángel Oliver, evitaron el fracaso. Cabe
preguntarse si el personal está hastiado de política -procesada
hasta robustecer el encono- y de periodistas y analistas que se
repiten aunque salten de cadena en cadena. Por
muy equilibrado que estuviera el elenco, no
superaron los setecientos mil espectadores. La
apuesta de Mediaset ha sido un fiasco, que se suma al ya
experimentado con “Un tiempo nuevo”, otro formato de contenidos
políticos que no gozó del favor de la audiencia.
Es
lo que tienen estos reveses: de ellos hay que aprender, no solo para
indagar nuevas preferencias de los telespectadores sino para
ofrecerles algo que confirme que hay vida más allá de la política.
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