Declina la campaña electoral
en Estados Unidos y lo que parecía cantado, el triunfo de Hillary Clinton, es
ahora mismo, una incertidumbre. Los factores que animan los días finales antes
de los comicios son de lo más variados: interviene hasta el FBI o, al menos, es
acusado de la filtración de unos correos electrónicos que probarían el uso
indebido de una cuenta por parte de la candidata demócrata. Ni todos los
errores cometidos ni los testimonios de desafecto de figuras destacadas del
Partido Republicano han mermado las opciones del inefable Donald Trump, tal es
así que en alguna encuesta ya aparece por delante en la intención de voto.
Y para echar más pimienta al
pote, en los mercados financieros de todo el mundo poco menos que han temblado
los cimientos ante la posibilidad de que Trump resulte vencedor. Ojo, cuando el
dinero reacciona en Norteamérica o por Norteamérica, es que la cosa está
enrevesada. La banca ha llegado a advertir que la victoria de Trump produciría
una caída en los parqués de hasta el 13%.
La recta final de la campaña
resulta, pues, apasionante. Después de unos debates que, en algunos pasajes,
llegaron a ser más propios de una asociación vecinal, con discursos que para
nada estuvieron a la altura de lo que puede esperarse, ahora andan los
candidatos echando el resto allí donde los caladeros de votos pueden inclinar
la balanza. Hay millones de indecisos, dicen algunas informaciones
periodísticas.
Pero los timbres de alarma
del capital han sonado, tanto, que en medio de los temblores de los mercados,
el oro, la plata, el franco suizo y los bonos del Tesoro estadounidense son los
que se revalorizan.
Quedan pocos días. A la
expectativa, pues. Vaya con Trump.
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