sábado, 22 de septiembre de 2007

NOMBRETES

No escapa nadie. No hay habitante o miembro de familia que se precie que no tenga el suyo. Al menos, así era hasta hace unos años porque las generaciones más jóvenes, en su pasotismo o en su indolencia, no están por la labor, ni siquiera la de inventar un vocablo sencillo con el que identificar a sus coetáneos.
Apodos, motes, alias, sobrenombres... de eso hablamos. Otro rasgo de la personalidad sociológica de un pueblo. Si van mermando o desapareciendo, por cierto, como que la despersonalización se acentúa, caso del Puerto de la Cruz de nuestros amores y nuestros pecados.
Familias enteras, el linaje se diría, eran conocidas por el nombrete ganado o atribuido. Y hasta heredado.
En algún lado leí, hace tiempo, que la villa de Martos, provincia de Jaén, era la localidad española donde más apodos había.
Y en el Puerto, allá por los ochenta, “La Revista Local” dirigida por Jesús García Mederos publicó una lista por oden alfabético que causó el furor de haberse agotado la tirada y de producir una segunda entrega pues en la primera faltaron bastantes. El hecho, no es broma ni exageración, conmocionó a la población y hubo gente aludida que se disgustó, que resultó contrariada, no porque no supiera que se les conocía de ese modo sino porque quizá nunca se habían visto en papel impreso y con aquella proyección.
Ya saben: en lenguas del Puerto te veas..., un dicho que definió la idiosincrasia portuense.
Es imposible negar la originalidad de algunos. O la gracia. O la connotación negativa de otros. Y hasta el acierto por alguna circunstancia de su físico o comportamiento. Aluden a cualquier cualidad, buena o mala e implican, en mucho casos, menosprecio, ironía o burla.
Luego, está el según se diga o emplee. En voz baja, en las conversaciones, era para no molestar o herir. Para llamar a alguien o reclamar su atención en público, y sin mala fe, se hacía amistosa o afectuosamente. En el fondo, todo dependía de quien lo utilizara.
Las expresiones, chocantes por inhabituales, generaban cierta sorpresa. Y muchos aludidos aceptaban sin más la suerte de su sobrenombre y se identificaban con la frase que era sentencia a la vez:
El que lo puso, que se lo quite.
Amén.

1 comentario:

maria dijo...

hola me llamo Maria.por favor me gustaria saber el nombre de esa revista local de la epoca,tal ves en sus ficheros todavia se encuentre alguna copia o sepan darme destino de esa lista escrita por don Jesus Garcia Maderos...Llevo un tiempo queriendo tener algo asi...Ya por mera curiosidad,por si aparce el apodo de mi familia...Siempre he pensado que en algun lado,debia de existir ese tipo de lista;seria una pena que un diferenciación como esta en el Puerto de la Cruz se perdiera.Muchas gracias