Si no fuera porque uno no cree en las supersticiones, diría que el himno, el himno nacional está gafado.
Hay alguna entrada anterior en este blog, a propósito de aquella frustración que significó el concurso para dotarlo de letra.
Después vino el abucheo ensordecedor de la final de la Copa del Rey, una falta de respeto, cuando menos, que los tribunales de justicia han consagrado con una absolución que nadie entiende.
Y ahora, cuando Contador sube al podio, con el Arco del Triunfo al fondo, alguien se confunde y pone el himno de Dinamarca. Será interesante comprobar si la organización del Tour -tan pulcra para determinadas cosas, especialmente cuando afectan a los franceces- ha hecho alguna averiguación y depura responsabilidades.
El ciclista hizo lo que sabe: mantener la compostura y, mano al pecho, gesto sentido, se ganó al personal cuando se produjo la rectificación.
Y como no hay dos sin tres, quedaron para los fastos del regreso otras estampas. Ahí está la presidenta de la Comunidad Madrid, entonando -ya saben: no hay letra- y dirigiendo, poco menos, el coro de voces que devolvían la ofensa gabacha.
-Una loca-, dijo José María García, hace poco, en una entrevista con "El Follonero", en La Sexta.
Pero allí despachó la presidenta su brote patriótico que nunca viene mal, a ver si lo entiende la progresía.
Y después, desde el balcón del Ayuntamiento de Pinto, de nuevo los sones del himno, tan solemnes y populares a la vez.
No hay letra, da igual.
Alguien olo habrá dicho: mejor así.
Pese a los franceses.
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