Ganas de meterse en jardines… o fiel reflejo del patronato
rancio, el de toda la vida. A Juan Rosell, presidente de la Confederación
Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), se ve que no le gustan la Administración
pública ni los funcionarios. Y ya por contrariar -“encantado de abrir debates”,
ha declarado-, hasta de las cifras de desempleados, sobre todo las resultantes
de la Encuesta de Población Activa (EPA). Porque con las otras, las del paro
registrado, sí parece estar más de acuerdo.
Lo cierto es
que el presidente de los empresarios se ha descolgado con un planteamiento que
levanta ampollas, pese a los inevitables matices posteriores surgidos cuando el
alcance de lo manifestado se desborda y se convierte en un clamor de rechazo o
protesta. Aboga Rosell por un subsidio (sic) para que los funcionarios se
queden en casa y no acudan a sus puestos de trabajo donde consumen papel,
teléfono y tienen que hacer normas. “Saldría más barato”, afirmó. Claro que la
culpa de que no trabajen, la tiene la propia Administración, “que no les da
trabajo”, según la válvula de escape que encontró para justificarse cuando ya
empezaba a empapar el aluvión de críticas. Curiosa manera de tirar por
elevación, al abstracto, que ya se verá.
Hay algo de
menosprecio a la condición funcionarial en las palabras de Rosell. Por esa
razón lleva tragándose las reacciones de sindicatos y políticos de todo el
espectro. Particularmente dura ha sido la de la Central Sindical Independiente
y de Funcionarios (CSIF) que no se ha conformado con decir que el presidente de
la patronal demuestra no tener ni idea de lo que es la función pública ni de
entender el papel de los empleados que en todo el sector prestan servicios. Le
pide también que asuma sus responsabilidades en el proceso de destrucción de
empleo. El chasco se lo habrá llevado Juan Rosell cuando el secretario de
Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, ha salido en defensa de
los empleados públicos y le ha pedido prudencia y mesura a la hora de valorar su
trabajo. Es decir, que hasta los jardineros aliados también se han desmarcado,
no sea que el lodo les salpicara, que tal como está el patio, es lo menos
conveniente.
Pero esa
frivolidad de la que en este caso ha hecho gala el jefe de la patronal igual
esconde el renovado afán privatizador que se aprecia en la propuesta de reforma
de la administración local, aparentemente paralizada por el Gobierno hasta que
escampe el vendaval político que sacude al país. Si así fuera, se comprobaría
que, en tiempo de crisis, también es posible hacer negocios. Y si es con
despojos del sector público, mejor. Igual debería preocuparse más por esa
implicación de colegas en tramas de financiación. O de por qué la reforma
laboral no da ni para mantener los puestos de trabajo.
Dicho: lo de
toda la vida.
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