La radio llega a más del 95% de la población mundial, que ha
superado los siete mil millones de personas. Los menores de treinta años
representan más de la mitad de este número. Con estos datos aportados por la
UNESCO, la celebración en fechas pasadas del Día Mundial de la Radio (13 de
febrero, según aprobó la ONU) cobró el relieve preciso para seguir considerando
este medio de comunicación como uno de los más importantes en la sociedad de
nuestros días, cada vez más caracterizada por el empleo de las nuevas
tecnologías.
Pues ni así
está en peligro al predominio de la radio que resulta especialmente apropiado
para llegar a las comunidades alejadas y a los sectores de población más
vulnerables. Allí donde las pantallas son escasas o la red no ha logrado
extender sus amplios e inagotables tentáculos, está la radio, con su magia, con
su cercanía, con su mensaje universal, con su palabra y con su música. Sea cual
sea la condición social de los oyentes, su nivel de formación, la radio
continúa siendo la puntual y sempiterna compañía. Con vetustos aparatos, con
transistores potentes, con exiguos y modernistas modelos, versiones clásicas y
vanguardistas, la radio hace frente a la formidable expansión de las redes
sociales y acerca a la gente, a la ciudadanía concentrada en la masa urbana o
en los núcleos rurales más recónditos. En la hiperconectada época de las redes
sociales, ninguna de ellas puede con la radio, al menos por ahora. Para eso se
ha sumado a la revolución digital, de modo que ha ampliado su poder, su
capacidad de emisión y su propio alcance. Es más, según datos de la propia
UNESCO, los costos de emisión se están reduciendo en tanto que aumenta el
número de emisoras. O lo que es igual: la radio llega a más personas que la
televisión… e internet.
Bendita
radio que estás en el aire, con tu música, tus fórmulas, tus cadenas, tus
informaciones, tus transmisiones, tus tertulias y tus servicios. Seguimos
valorando tu vocación de servicio público, tus prestaciones en momentos
delicados o de emergencia social, tus afanes de noble competencia. Bendita
radio, la radio de todos nosotros, con tu alcance y tu inmediatez. Con tus
maestros de la locución, con tus voces inconfundibles y las que van emergiendo.
Lo dijo la
radio. Me enteré por la radio. Pon la radio. Cuánta verdad en esas frases
cotidianas para interpretar su valor. Su señal, los sonidos… El poder de la
comunicación, tan accesible, tan local y tan universal a la vez. El poder que
no cede ante los avances de otros medios y de otras tecnologías: al revés,
compatibiliza, se suma o se pone por delante. Y eso que aún faltan mil millones
de personas para conectarse.
Bendita
radio. Para disfrutar en privado o en público, en solitario o en compañía. Para
informarse, para entretenerse, para evadirse, para integrarse o captar
sensaciones. Para una escucha reflexiva tan solo pensando que al otro lado del
receptor hay personas, hay alguien que está haciendo posible esa magia
inigualable. Alguien que se queda sin respuestas directas de gratitud pero que
es incomparablemente fiel.
Ni más ni
menos que el noventa y cinco por ciento de la población planetaria.
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