martes, 26 de febrero de 2013

GROTESCO


No se sabe qué resulta peor, si afrontar la gobernabilidad del municipio sin un programa alternativo que corrigiera el supuesto descabalado mal rumbo que habían encarado; o haber dado pie, con una infeliz e inapropiada declaración pública, a un episodio grotesco que, pese a todos los matices y a la palpable voluntad de recular, pone de relieve desde la superficialidad dialéctica hasta la impericia política.
            Ha ocurrido en San Juan de la Rambla, una muesca más en el pastizal de las instituciones canarias, desde que José Carlos Mauricio, allá por 1991, colocara la primera en el Cabildo de Gran Canaria para desbancar a Carmelo Artiles y sembrar no solo las raíces del nacionalismo insularista sino la inestabilidad en los poderes públicos locales de Canarias. En el pueblo norteño, en efecto, una alianza entre PSOE y PP acabó en las elecciones de 2011 con la supremacía de veinticinco años de la Agrupación Independiente de San Juan de la Rambla (AIS), cercana o integrada a su manera en Coalición canaria (CC). Pero la entente se fracturó, pese a que quienes la sostenían parecían haber reconducido las formas y el fondo de la gobernabilidad de un municipio correspondiendo así a los deseos de cambio político expresado por los rambleros en las urnas.
            Y otra vez la censura para instrumentalizar el nuevo cambio. Nada que objetar a su utilización legítima y legal. Pero cuestionable hasta interpretar que se trata de una autocensura: el alcalde entrante formó parte del gobierno anterior. No quiso, no supo o no pudo dirimir las teóricas discrepancias en donde tenía que hacerlo, en el seno del grupo gobernante, y prefirió, seguramente escuchando todos los cantos, además de los de sirena, optar por la ruptura para calzarse la alcaldía con sus doscientos diecisiete votos, los que propiciaron su acceso al consistorio como único representante de su formación política. Para que se compruebe, por enésima vez, la importancia de un sufragio.
            Poco o nada se sabe de un programa de mínimos para gobernar, de otro modo, San Juan de la Rambla, teniendo de aliados, precisamente, a quienes al principio del mandato eran adversarios irreconciliables, por emplear una expresión benevolente. Pero eso, como en otros sitios, parece importar poco: se trata de tocar poder -en este caso, desde lo más alto- y ya seguirá saliendo el sol. De ahí, la duda del principio, agravada por una arrebatadora confesión, acaso dicha ante las cámaras creyendo que no iba a trascender pero que resulta acreedora de acciones judiciales y de inevitables puntualizaciones para arreglar el desaguisado.
            El estreno del nuevo alcalde, desde luego, no ha podido ser más infortunado. Mientras, los vecinos, muchos de ellos, seguro que estarán preguntándose qué han hecho para merecer esta suerte. 

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