Debe haberse hablado en FITUR del que ha dado en llamarse
“turista de tercera generación”, una nueva modalidad de cliente que personaliza
una de las nuevas tendencias de mercado ante la que los titulares del negocio
turístico deben posicionarse. Lo previene la Organización Mundial de Turismo
(OMT): “Es un viajero experimentado buscador de experiencias”. A partir de ahí,
ya pueden deducir que, tal como avanza la implantación de nuevas tecnologías en
los terminales del sector, hay que lanzarse a su captación.
Claro,
porque la experiencia que atesora no sólo le impulsa a explorar nuevas rutas,
ofertas distintas y hasta sensaciones diferentes. Le lleva también a elevar su
propio techo de exigencias pues para eso se supone que se desenvuelve bien en
el ciberespacio y en las redes sociales. El “turista de tercera generación” es,
pues, un cliente muy tecnificado e hiperconectado, muy exigente y muy sensible
a las deficiencias que le cuesta aceptar o pide que se resuelvan a un clic, de
modo que si no ocurre así, se sentirá incómodo y con ganas de probar en sitios
mejor dotados. Pensemos que viene de utilizar una panoplia tecnológica más o
menos avanzada desde que preparó su viaje, luego pedirá establecimientos
accesibles y sostenibles, más allá de los recursos convencionales.
El factor
tecnológico es, pues, primordial. No iba a quedar el sector al margen de esta
revolución. Otra cosa es el ritmo al que vaya. Pero que debe estar preparado
para fenómenos como el que comentamos, seguro. Quien quede excluido de esta carrera
-que tomen nota los destinos turísticos maduros- estará quedándose desfasado y
desplazado, con muy reducido margen de competitividad.
Vendrá luego
el debate: si este tipo de turista está menos humanizado o se va a comportar de
forma mecánica o cómo hacer frente a clientela de dos velocidades. Que sus
gustos son otros, es un hecho. El mismo secretario general de la OMT, Taleb
Rifai, afirma que el eje turístico mundial se está desplazando. Entonces, hay
que hacer frente a mercados de clientes caracterizados por las exigencias de su
experiencia y de su diversidad. Hasta hace nada, hablábamos de turismo
cultural, gastronómico, naturalista, de senderismo o de aventura. Habrá que estar preparados
para identificar y conocer a fondo al turista de tercera generación, ese que
tiene un sustrato de diversidad etnográfica, religiosa, cultural y
costumbrista, alimentado cada vez más por el uso de las nuevas tecnologías.
Valga este otro dato: en la última edición de la World Travel Market (Londres),
una encuesta entre empresas reveló que sólo el 27% de las mismas está preparada
para atender, como lo esperan, los nuevos mercados.
No queda
trabajo ni nada.
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