jueves, 14 de marzo de 2013

LA TORMENTA PERFECTA


La de Ponferrada (León) fue, la semana pasada, la tormenta política perfecta. Miren que todas las mociones de censura en instituciones y corporaciones tienen una intrahistoria a cual más digna de figurar en relatos de miseria, componendas y ambiciones, pero la de la localidad leonesa, desborda todos los cálculos, hasta el punto de haber producido una de las más graves crisis interna y de credibilidad que se recuerdan en el seno de la dirección de la organización socialista. Tal es así que no resulta exagerado evaluar que parece llamada a marcar un punto de inflexión en el proceso que sigue a las derrotas electorales. ¡Quién lo iba a decir! Una moción de censura en un modesto ayuntamiento de provincias como punto álgido de una crisis y como reflejo de un progresivo deterioro que es fruto, por otro lado, de dos corrientes: de la inhibición, por un lado; y de la despreocupación, por otro.
La tormenta política perfecta es la concatenación de errores, a duras penas paliada por las tardías decisiones de querer dar marcha atrás sobre hechos consumados. Tuvo la dignidad uno de los responsables de reconocerse cegado por querer dejar fuera del juego político a un acosador sexual condenado. El mismo, por cierto, que gozó de un respaldo ciudadano que le colocó, con cinco concejales, como árbitro de una gobernabilidad que se resistía hasta hacerse insostenible.
Pero la ceguera, la cerrazón, no es buena consejera. Ni en política ni en nada. Y aunque parezca tan al alcance el poder, otra alcaldía –“dimito al día siguiente”, anticipó el ex alcalde acosador-, se ha vuelto a demostrar que no todo vale en política. En la cadena de errores, no se valoró suficientemente el significado de apoyarse en un delincuente, aunque estuviera elegido por el pueblo. Y mucho menos, para más inri, que el pleno, con todos los votos controlados, se celebrara el Día Internacional de la Mujer. La vieja teoría: toda mala situación tiende a empeorar. Cuando se esgrime la ética cívica, hay que acreditarla, máxime para desmarcarse de comportamientos oscuros y reprochables, sobre todo en una época en la que el rechazo y la desafección hacia la política siguen en aumento.
Fallo tras fallo, que resultan difíciles de entender en un partido que se supone cuenta con estrategas, analistas y dirigentes que prevén todos los escenarios -al menos los de las decisiones trascendentes- antes de dar luz verde a operaciones tan delicadas como un cambio de gobierno.
La tormenta estalló, y de qué manera. Hasta las rectificaciones y las exigencias inútiles. Quedaban pocos parapetos de defensa: terminaba siendo débil el más recurrente: la alcaldía, en su momento, fue para el Partido Popular gracias a los votos del condenado por acoso sexual en aquel “Caso Nevenka” de infausta recordación. De eso no se habla mucho, claro, pese a que sirve para contrastar las varas de medir a la hora de enjuiciar políticamente lo sucedido, aunque muchos, seguro que conscientes de tal circunstancia, aprovecharan para derivar hacia la falta de liderazgo, el desgobierno, las incoherencias y otras debilidades del Partido Socialista Obrero Español que no se ven, claro, en otros partidos.
Pero bueno, el paisaje después de la tormenta no puede ser más desolador: el acosador cumplió su palabra y murió matando –incluso piezas con las que no contaba- y el PSOE se quedó sin alcaldía y sin representación institucional. El tiempo dirá si las heridas abiertas son cicatrizables. Y los ciudadanos de Ponferrada ya saben lo que les espera. Porque hubo tormenta pero no se cree que haya milagros. Ni siquiera calma. 

1 comentario:

Jesús Hernández dijo...

Le pongo el cuño y lo firmo.