sábado, 20 de abril de 2013

GLOSA DE UN HIJO PREDILECTO

Francisco Gómez Pérez, oficial jefe de la Cuerpo de la Policía Local, fue distinguido por el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, con el título de Hijo Predilecto de la ciudad. En el acto de imposición, con asistencia del presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero; del alcalde, Marcos Brito; y de varios miembros de la corporación municipal, leímos el siguiente texto:



El poeta argentino Carlos Heitz, natural de Mendoza, escribió:
“Cuando patrulles la ciudad y sientas que es tu misión sagrada custodiarla. Cuando el eco de tus pasos en la noche lleven tranquilidad y den confianza. Y representes la paz en cada esquina, bajo el sereno control de tu mirada. Cuando el frío y el sol muerdan tu carne, sin que se mueva un músculo en tu cara. Cuando el miedo penetre en tus entrañas y encuentres allí un altar de fe cristiana. Cuando tengas la humildad de los valientes para ordenar hacer lo que más cueste y los hombres te sigan por ti mismo aunque vayas incluso hacia la muerte. Cuando impongas respeto y disciplina, con tu sola presencia ante quien sea. Cuando nadie juzgue nunca tu conducta, porque no das lugar para que puedan; y el código de honor que guíe tus actos marque el norte vital de tu existencia. Cuando en cada amanecer mires el cielo agradeciendo a Dios poder decir “presente”. Cuando la lista de muertos día a día signifique para ti deudas pendientes, y en el llanto de huérfanos y viudas encuentres para luchar un aliciente. Cuando el surco caliente de una bala rompa el espejo negro del silencio. Cuando florezca un clavel ensangrentado en el pecho de tu compañero y eleves al Señor una plegaria sin rencor, ni queja ni lamento. Cuando debas tirar y tu disparo sea sin odio y a la vez certero. Cuando aceptes morir solo en la calle, teniendo como mortaja el firmamento, y aspires a formar junto a los otros que hacen guardia junto a los luceros. Cuando seas imparcial contigo mismo, sin creerte poseedor de las verdades, Cuando puedas reprimir impulsos propios y logres irradiar, sin falsas poses, esa hombría de bien con que se nace. Cuando estés penetrado totalmente, de tu hermosa misión en esta tierra, Cuando no te encandilen los honores ni el poder se te suba a la cabeza; y el dinero no pueda doblegarte ni ponerle precio a tu decencia. Cuando eso consigas con tu esfuerzo, recién entonces habrá llegado el día en que puedas decir al Universo: Por gracia, a Dios, SOY POLICÍA.”

Es un hermoso poema, titulado “Señor de ti mismo”, que sirve para dimensionar la personalidad de quien hoy va a recibir la distinción pública por antonomasia: portuense predilecto, por méritos, cualidades y circunstancias.

El autor exalta las virtudes de quien asume, en la historia de la sociedad misma, un papel determinante en la convivencia, en la protección de las libertades y en la seguridad tanto individual como colectiva.
En esos versos retratamos a Francisco Gómez Pérez, el más joven de cinco hermanos que tuvo en la abuela Hortensia la excelente cuidadora de sus pasos, desde La Vera, el vínculo portuense de cada fin de semana, de cada festivo, de cada verano; la evasión o la alternativa a los largos cursos del colegio San Ildefonso y a la residencia en la capital.

En esos tránsitos, que incluyen el universitario lagunero, se fraguó la vocación policial. Parecía que podría la militar, que para eso estaba el coronel artillero Miguel, pero no acababa de gustar y la licenciatura en Derecho daba como mucho más juego, tal fue así que, bajo la diestra batuta de Juan del Castillo León, opositó a la Jefatura del Cuerpo de la Policía Local, a la que accede en junio de 1982, siendo alcalde el recordado Francisco Afonso Carrillo. Nuestro Hijo Predilecto rememorará que aquella noche, un aprendiz de periodista al que hoy  ha obsequiado la oportunidad de ser el introductor de sus honores, le tomaba sus primeras declaraciones como nuevo ‘Jefe’.

Paco es, pues, un policía de la democracia que puede presumir de lealtad al haber servido a cinco alcaldes portuenses. Lo ha hecho, además, como debía, esto es, cumpliendo, razonando, tolerando, instruyendo, ideando, buscando soluciones, sugiriendo medidas, extremando precauciones y hasta discrepando, como siempre ha hecho, de forma respetuosa.

Que nos perdonen los puristas por esta concatenación de gerundios pero en ella se sustancia buena parte del ejercicio profesional de quien ha acreditado ser un probo servidor público, un policía que ha querido trabajar siempre con eficacia y sin alharacas, con rigor y sin negligencias, con un estricto sentido del cumplimiento del deber y una actitud consecuente con el carácter jerárquico de la organización y el método de funcionamiento.

No ha sido Gómez Pérez un policía rutinario al que el mecanismo anulara capacidad de acción o iniciativa. Al contrario, su preocupación por la formación de los integrantes del cuerpo, por la especialización, por la coordinación efectiva con otros organismos policiales, por la cooperación con la Administración de justicia y por la restructuración de las policías locales; así como su sólida formación técnico-jurídica, han hecho que su criterio sea tenido en cuenta en foros e instancias donde le fue pedido.
Un policía de la democracia empeñado en que quienes escogieron tal profesión sean cercanos, estén pegados a las necesidades o las demandas del pueblo, compartan sus afanes, les auxilie, les informe y les prevenga, les haga sentir a los ciudadanos seguros y sujetos activos del Estado de derecho.

Ese policía atesora razones para ser nombrado Hijo Predilecto de la ciudad, título que podrá parecer exagerado o excesivo (y no es malo que haya aristas o visiones discutibles) pero que es completamente ajustado cuando se repasa su trayectoria profesional, su dedicación y los servicios prestados. No sólo son las decisiones que ha tenido que adoptar en el desempeño de sus funciones. También están los riesgos físicos asumidos en sucesos. Y la atención dedicada a vecinos de toda condición social. Y el esmero para que el visitante, de cualquier nacionalidad, se llevara la mejor impresión. Y el propósito de que el cuerpo que dirige ofrezca en cada actuación su mejor y más eficaz versión. Y la solícita colaboración con el estamento militar y el poder judicial. Y el comportamiento atento, solidario y diligente del funcionario.

Si a todo ello se suma su condición de esposo y padre ejemplar, de portuense comprometido de verdad con los valores y la proyección de la ciudad, con su idiosincrasia, la decisión corporativa se justifica por sí sola.

Si el Reglamento de Honores y Distinciones habla de méritos, cualidades y circunstancias, podemos decir que en el ejercicio de sus funciones y responsabilidades, el Hijo Predilecto ha contrastado su pericia, su celo y su solvencia.

Se nota hasta en esos testimonios que brotan espontáneamente del ciudadano sabio. Rescatemos uno, con permiso del homenajeado, que es indicativo de cuanto decimos. El 18 de abril de 2007, seis días antes de cumplir 99 años, el ciudadano Rafael Abreu González, a quien tanto apreciaba, le dedicó el poema titulado “¿Quién es él?”. Dice:
“Es un joven funcionario; su oficina, en el Penitente. Atiende y aconseja a la gente pero no cobra ‘honorarios’.
Seguro que es progresista, correctamente educado, positivamente ilustrado: fotografiando, un artista.
Joven e inteligente, amigo de los amigos, no se le conocen enemigos: los tiene, seguramente.
No tiene ningún estrés. Dirige a la policía, trabajando día a día, ¿adivíname quién es?”.

Así, esmerándose día a día, incluso en circunstancias adversas de salud, luchando contra la incomprensión y los imponderables, contra la limitación de recursos, Francisco Gómez Pérez, Hijo Predilecto del Puerto de la Cruz –para que nos vayamos familiarizando-, se ha granjeado el respeto y el afecto de agentes sociales, funcionarios e integrantes del Cuerpo de Policía Local que dirige y que está considerado como de los más destacados de Canarias.

Reciba, junto a Ana, su esposa; sus hijos, Francisco, Salvador, Felipe y Ana Georgina; sus hermanos Salvador, Luis, Miguel Ángel, Carlos, y demás familiares, nuestra sincera felicitación que seguro es la de muchos portuenses y a la que él corresponderá con creces.

Como lo hizo en su día el poeta cubano Nicolás Guillén, quien llevara a España en cuatro angustias y una esperanza, autor de un poema de profundo sentido simbólico que eleva la dignidad de la función policial a la que Paco, en la escala local, ha dedicado tantos empeños. Que la esperanza, por cierto, siga siendo una constante. Estos son los versos y con ello concluimos:

“La policía (paso de alfombra y ojo de gato) mira en la sombra. Vigila el gato. Pasa una sombra. La Policía se hunde en la alfombra. ¡La policía! ¡Alzad la alfombra! ¡Matad el gato que está en la sombra!”.

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