El poeta argentino Carlos Heitz, natural
de Mendoza, escribió:
“Cuando patrulles la ciudad y sientas que
es tu misión sagrada custodiarla. Cuando el eco de tus pasos en la noche lleven
tranquilidad y den confianza. Y representes la paz en cada esquina, bajo el
sereno control de tu mirada. Cuando el frío y el sol muerdan tu carne, sin que
se mueva un músculo en tu cara. Cuando el miedo penetre en tus entrañas y
encuentres allí un altar de fe cristiana. Cuando tengas la humildad de los
valientes para ordenar hacer lo que más cueste y los hombres te sigan por ti
mismo aunque vayas incluso hacia la muerte. Cuando impongas respeto y disciplina, con
tu sola presencia ante quien sea. Cuando nadie juzgue nunca tu conducta, porque
no das lugar para que puedan; y el código de honor que guíe tus actos marque el
norte vital de tu existencia. Cuando en cada amanecer mires el cielo
agradeciendo a Dios poder decir “presente”. Cuando la lista de muertos día a
día signifique para ti deudas pendientes, y en el llanto de huérfanos y viudas
encuentres para luchar un aliciente. Cuando el surco caliente de una bala rompa
el espejo negro del silencio. Cuando florezca un clavel ensangrentado en el
pecho de tu compañero y eleves al Señor una plegaria sin rencor, ni queja ni
lamento. Cuando debas tirar y tu disparo sea sin odio y a la vez certero.
Cuando aceptes morir solo en la calle, teniendo como mortaja el firmamento, y
aspires a formar junto a los otros que hacen guardia junto a los luceros.
Cuando seas imparcial contigo mismo, sin creerte poseedor de las verdades,
Cuando puedas reprimir impulsos propios y logres irradiar, sin falsas poses,
esa hombría de bien con que se nace. Cuando estés penetrado totalmente, de tu
hermosa misión en esta tierra, Cuando no te encandilen los honores ni el poder
se te suba a la cabeza; y el dinero no pueda doblegarte ni ponerle precio a tu
decencia. Cuando eso consigas con tu esfuerzo, recién entonces habrá llegado el
día en que puedas decir al Universo: Por gracia, a Dios, SOY POLICÍA.”
Es un hermoso poema, titulado “Señor de
ti mismo”, que sirve para dimensionar la personalidad de quien hoy va a recibir
la distinción pública por antonomasia: portuense predilecto, por méritos,
cualidades y circunstancias.
El autor exalta las virtudes de quien
asume, en la historia de la sociedad misma, un papel determinante en la
convivencia, en la protección de las libertades y en la seguridad tanto
individual como colectiva.
En esos versos retratamos a Francisco
Gómez Pérez, el más joven de cinco hermanos que tuvo en la abuela Hortensia
la excelente cuidadora de sus pasos, desde La Vera, el vínculo portuense de
cada fin de semana, de cada festivo, de cada verano; la evasión o la
alternativa a los largos cursos del colegio San Ildefonso y a la residencia en
la capital.
En esos tránsitos, que incluyen el
universitario lagunero, se fraguó la vocación policial. Parecía que podría la
militar, que para eso estaba el coronel artillero Miguel, pero no acababa de
gustar y la licenciatura en Derecho daba como mucho más juego, tal fue así que,
bajo la diestra batuta de Juan del Castillo León, opositó a la Jefatura del
Cuerpo de la Policía
Local , a la que accede en junio de 1982, siendo alcalde el
recordado Francisco Afonso Carrillo. Nuestro Hijo Predilecto rememorará que
aquella noche, un aprendiz de periodista al que hoy ha obsequiado la oportunidad de ser el
introductor de sus honores, le tomaba sus primeras declaraciones como nuevo
‘Jefe’.
Paco es, pues, un policía de la
democracia que puede presumir de lealtad al haber servido a cinco alcaldes
portuenses. Lo ha hecho, además, como debía, esto es, cumpliendo, razonando,
tolerando, instruyendo, ideando, buscando soluciones, sugiriendo medidas,
extremando precauciones y hasta discrepando, como siempre ha hecho, de forma
respetuosa.
Que nos perdonen los puristas por esta
concatenación de gerundios pero en ella se sustancia buena parte del ejercicio
profesional de quien ha acreditado ser un probo servidor público, un policía
que ha querido trabajar siempre con eficacia y sin alharacas, con rigor y sin
negligencias, con un estricto sentido del cumplimiento del deber y una actitud
consecuente con el carácter jerárquico de la organización y el método de
funcionamiento.
No ha sido Gómez Pérez un policía
rutinario al que el mecanismo anulara capacidad de acción o iniciativa. Al
contrario, su preocupación por la formación de los integrantes del cuerpo, por
la especialización, por la coordinación efectiva con otros organismos
policiales, por la cooperación con la Administración de justicia y por la restructuración
de las policías locales; así como su sólida formación técnico-jurídica, han
hecho que su criterio sea tenido en cuenta en foros e instancias donde le fue
pedido.
Un policía de la democracia empeñado en
que quienes escogieron tal profesión sean cercanos, estén pegados a las
necesidades o las demandas del pueblo, compartan sus afanes, les auxilie, les
informe y les prevenga, les haga sentir a los ciudadanos seguros y sujetos
activos del Estado de derecho.
Ese policía atesora razones para ser nombrado
Hijo Predilecto de la ciudad, título que podrá parecer exagerado o excesivo (y
no es malo que haya aristas o visiones discutibles) pero que es completamente
ajustado cuando se repasa su trayectoria profesional, su dedicación y los
servicios prestados. No sólo son las decisiones que ha tenido que adoptar en el
desempeño de sus funciones. También están los riesgos físicos asumidos en
sucesos. Y la atención dedicada a vecinos de toda condición social. Y el esmero
para que el visitante, de cualquier nacionalidad, se llevara la mejor
impresión. Y el propósito de que el cuerpo que dirige ofrezca en cada actuación
su mejor y más eficaz versión. Y la solícita colaboración con el estamento
militar y el poder judicial. Y el comportamiento atento, solidario y diligente
del funcionario.
Si a todo ello se suma su condición de
esposo y padre ejemplar, de portuense comprometido de verdad con los valores y
la proyección de la ciudad, con su idiosincrasia, la decisión corporativa se
justifica por sí sola.
Si el Reglamento de Honores y
Distinciones habla de méritos, cualidades y circunstancias, podemos decir que
en el ejercicio de sus funciones y responsabilidades, el Hijo Predilecto ha
contrastado su pericia, su celo y su solvencia.
Se nota hasta en esos testimonios que
brotan espontáneamente del ciudadano sabio. Rescatemos uno, con permiso del
homenajeado, que es indicativo de cuanto decimos. El 18 de abril de 2007, seis
días antes de cumplir 99 años, el ciudadano Rafael Abreu González, a
quien tanto apreciaba, le dedicó el poema titulado “¿Quién es él?”. Dice:
“Es un joven
funcionario; su oficina, en el Penitente. Atiende y aconseja a la gente pero no
cobra ‘honorarios’.
Seguro que es
progresista, correctamente educado, positivamente ilustrado: fotografiando, un
artista.
Joven e
inteligente, amigo de los amigos, no se le conocen enemigos: los tiene,
seguramente.
No tiene ningún
estrés. Dirige a la policía, trabajando día a día, ¿adivíname quién es?”.
Así, esmerándose día a día, incluso en
circunstancias adversas de salud, luchando contra la incomprensión y los
imponderables, contra la limitación de recursos, Francisco Gómez Pérez, Hijo
Predilecto del Puerto de la Cruz –para que nos vayamos familiarizando-, se ha
granjeado el respeto y el afecto de agentes sociales, funcionarios e
integrantes del Cuerpo de Policía Local que dirige y que está considerado como
de los más destacados de Canarias.
Reciba, junto a Ana, su esposa; sus
hijos, Francisco, Salvador, Felipe y Ana Georgina; sus hermanos Salvador, Luis,
Miguel Ángel, Carlos, y demás familiares, nuestra sincera felicitación que
seguro es la de muchos portuenses y a la que él corresponderá con creces.
Como lo hizo en su día el poeta cubano
Nicolás Guillén, quien llevara a España en cuatro angustias y una esperanza, autor
de un poema de profundo sentido simbólico que eleva la dignidad de la función
policial a la que Paco ,
en la escala local, ha dedicado tantos empeños. Que la esperanza, por cierto,
siga siendo una constante. Estos son los versos y con ello concluimos:
“La policía
(paso de alfombra y ojo de gato) mira en la sombra. Vigila el
gato. Pasa una sombra. La Policía se hunde en la alfombra. ¡La policía! ¡Alzad
la alfombra! ¡Matad el gato que está en la sombra!”.
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