Dan ganas de parafrasear a Felipe Navarro García, el
recordado Yale, que una vez, en Interviú,
publicó una entrevista de tres páginas con Santiago Bernabéu, presidente
del Real Madrid, sin hacer una sola pregunta, sino que separó las respuestas,
mejor dicho, la concatenación de butades dichas por el personaje, con la
expresión “Pero don Santiago…”. Y le quedó redondo.
Aquí es el
alcalde de La Orotava, Isaac Valencia, quien, tras la feliz recuperación de sus
quebrantos de salud, como para que no hubiera duda alguna de su retorno,
destapa la caja de los truenos y lanza una serie de afirmaciones que, en el
fondo, solo reafirman su personalidad, el peculiar pensamiento de un político
entregado en cuerpo y alma a su pueblo que anuncia su adiós y facilita con ello
la sucesión, aparentemente bastante decantada a favor de Francisco Linares.
“Pero
Isaac…” hubiera servido para intentar frenar -sin éxito, claro- ese torrente de
expresiones que, siendo carne de titulares, revelan una forma de ser y terminan
incomodando. No están los tiempos para eso pero este Isaac, incontinente y
lenguaraz, es el mismo de siempre, el que dijo lo que pensaba sin que las
plumas, los micrófonos o las cámaras fueran un freno a su dialéctica, común y
campechana.
“Pero
Isaac…”, que si el moro invasor, que si el machismo, que si la platanera, que
si El Rincón, que si el Atlante, que si los oponentes, que si el urbanismo mal
entendido, que si la gente del Liceo, que si me hubieran hecho caso, que si ya
lo dije hace tiempo… Y encima, asegura que él no se ha equivocado, si lo
apuran, nunca. Claro que incomoda.
“Pero
Isaac…”, si no hay que extrañarse. Porque
no está tan lejos en la memoria, octubre de 2011, aquella célebre
salutación a los participantes (secretarios, interventores, depositarios y
técnicos de administración) en las XII Jornadas de Administración Local, en la
que invitaba a tirar a la basura cuatro o cinco leyes, con tal de eliminar
burocracia y facilitar la gestión de los administrados. Y unos pocos años
antes, aquella declaración pública sobre determinado impacto ambiental en el
valle de La Orotava que sirvió de texto publicitario que su partido se apresuró
a retirar, eso, comprobado el otro impacto. El regidor no se quedó atrás y en
otro momento llegó a amenazar con marcharse y alumbrar otra formación política
de ámbito local.
Ahora,
felizmente recuperado, el alcalde orotavense, antes de entonar su adiós, vuelve
por sus fueros. Ha largado como solía: estilo compadre. Cuando así ha ocurrido,
sus compañeros y hasta sus adversarios políticos han dicho “¡Las cosas de
Isaac!”, que es una exclamación con la que restar importancia a sus propios
dichos. Como en aquellas ocasiones, hacemos esta interpretación desde los
principios de la lealtad amistosa, la que recíprocamente nos hemos profesado.
No se trata de ser más o menos crítico sino cortés y ecuánime ante un hecho que
ha cobrado trascendencia.
“Pero
Isaac…”. La pena, escrito quedó, es que una trayectoria respetable pueda tener
un final de sobresaltos, de impertinencias, majaderías o chambonadas
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