Llama la
atención que la disparidad de criterios y aún más, la disconformidad con algún
proceder, y hasta la crítica que por alguna causa se pudiera ejercer, se libre
entre responsables de una misma institución o de un organismo público en los
medios de comunicación. Que se utilice a éstos para intercambiar mensajes o
emitir señales de discrepancia con métodos de trabajo o decisiones que revelan,
en sí mismas, prioridades, no parece la fórmula más idónea. Da que pensar,
proyecta inestabilidad, anticipa descontento, genera desconfianza…
Es lo que ha pasado últimamente con
el Consorcio Urbanístico de Rehabilitación Turística, encargado de planificar,
canalizar y empezar a ejecutar, junto a otras instituciones públicas, el futuro
del Puerto de la Cruz. Miembros del gobierno municipal, entre ellos, el propio
alcalde, han cuestionado hasta la diligencia o la agilidad de la gerencia en
determinados asuntos.
Y eso es difícilmente digerible.
Porque, vale que no se crea en el Consorcio, que se mantengan los recelos de la
etapa en que fue creado; y vale que la actuación profesional sea imperfecta
hasta el punto de producir insatisfacciones. Pero de ahí a expresarlo en medios
de comunicación media un trecho. Y miren que siempre ponderaremos la
autocrítica pero partiendo de que ésta hay que hacerla y ejercerla en el seno
que debe hacerse y luego, si se quiere, procesarla adecuadamente para su
proyección pública.
Quizá sea la incredulidad donde
estribe el pecado original y esa sea una señal que no sólo no se borre sino que
se va extendiendo. Únicamente serán pruebas documentadas y materialización
física o palpable de gestiones los soportes con los que superar la
incredulidad. Se supone que estando en el mismo barco, todos navegarán en la
misma dirección, asumido el reparto de papeles. Y cuando se advierta desvío de
rumbo, o disfunciones a bordo, a corregirlo desde el puente de mando -donde por
fortuna tampoco hay excesivo personal- discutiendo y ensamblando las
determinaciones si es necesario.
Pero que se diga públicamente que
“el Consorcio no ha actuado con rapidez en la gestión de determinados asuntos”,
o que “debería plantearse una nueva priorización en los proyectos debido a la
situación económica”, o la necesidad de “una mayor premura para la puesta en
marcha y culminación de algunas obras fundamentales”, revela, cuando menos, un
grado de insatisfacción que, si por un lado, sirve para no incurrir en la
autocomplacencia -y eso no parece malo si se tuviera para todo la misma vara de
medir-; por otro, desnuda la natural preocupación que significa airear en los
medios la disparidad o la diferencia de criterios.
Porque eso, claro, proyecta una
sensación de disconformidad y descoordinación muy inquietante. Si la gente está
cansada de controversias entre políticos, mucho más desazonada se sentirá si
comprueba que quienes están en el mismo barco también se dedican a recelar y a
exponer puntos de vista contrarios.
No es lo más edificante.
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