Menos mal que todavía
quedan resquicios para las reacciones irónicas, de esas que por nada virulentas
ni sañudas, causan gracia y abonan los terrenos del pesimismo y del
escepticismo en busca de hechos más llevaderos. Cierto que el humor es cosa
seria y que con determinadas situaciones, sobre todo por el respeto que
inspiran ciertos motivos, hay que propender lo imprescindible al vacilón.
Es el caso de la medalla al mérito policial concedida, con
carácter honorífico, por el ministro del Interior a la Virgen María Santísima
del Amor, solicitada por la cofradía Nuestro Padre Jesús el Rico y María
Santísima del Amor. Interior justificó el reconocimiento por “la colaboración
policial” prestada históricamente por la cofradía.
En
el Estado aconfesional, pasen las respetables creencias del ministro y hasta su
militancia opusdeísta si la hubiere. Pasen nombramientos y honores a deidades y
hasta invocaciones discursivas en pregones y similares. Pero resulta discutible,
cuando menos, esta singular atribución de honores. Ahí tenemos, sin ir más
lejos, la manifestación pública del Sindicato Unificado de Policía (SUP),
disconforme con la decisión, calificada de “burla”, pues se trata del máximo
reconocimiento a la labor policial y que se suele reservar a los agentes caídos
víctimas de acciones terroristas.
Pero
en las redes sociales se ha producido una reacción del carácter apuntado al
principio: change.org, una
organización que acoge en la red, libre y públicamente, peticiones de distinta
condición social, promueve una campaña de recogida de firmas para que la misma
medalla al mérito policial le sea concedida a Mortadelo y Filemón, dos
personajes de cómic, supuestos detectives, creados por Francisco Ibáñez que no
necesitan presentación. Más de cincuenta años llegando a varias generaciones y
traducidas sus viñetas en varios idiomas, la argumentación de los solicitantes
no puede ser más sencilla: la misma medalla para “estos personajes de ficción
que desde 1958 vienen contribuyendo a ensalzar las bondades de la policía”. Ya
se registran varios miles de firmas: a ver qué pasa cuando las presenten en la
instancia correspondiente.
Es
una curiosa y desenfadada reacción, aun cuando sus detractores pueden encontrar
aristas para hacer ver lo contrario. Independientemente de las apreciaciones,
habrá servido para hacer ver que no se debe ni exaltar ni frivolizar hasta
extremos que terminen ridiculizando. Debió pensárselo mejor el ministro
Fernández: esa mezcla de lo inmaterial con las cosas terrenales, aunque sean
medallísticas, en la España de nuestros días ya ven a lo que se presta y hasta
dónde llega.
País.
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